“A todos los residentes gracias, de cada uno me llevo muchas enseñanzas. Siempre los llevaré en mi corazón. Ustedes sí pueden, ánimo”, fueron las palabras escritas a mano de la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, residente de cirugía general de la Universidad Javeriana antes de quitarse la vida. El acoso y explotación laboral parece ser un tema igual de antiguo a la división del trabajo, que es fuertemente silenciado en el sector salud en muchos espacios denigrantes, con cargas horarias absurdas, palabras desobligantes y una subordinación que atenta contra la dignidad humana.
La Asociación de Internos y Residentes se pronunció, en cabeza de su presidenta Cindy Viviana Rodríguez, a raíz del caso de suicidio de Catalina; “muchos médicos en formación han manifestado el maltrato al que se ven expuestos por mantener sus buenas calificaciones, así como turnos que pueden llegar a las 72 horas sin descanso”, afirmó Cindy en un medio radial; una situación que puede traer graves problemas de salud mental asociados al estrés y ansiedad que genera estas exorbitantes jornadas; lo cual presuntamente fue el detonante que llevó a la joven residente a tomar esta decisión el pasado 17 de julio.
En muchos centros de médicos, existen “vacas sagradas” que creen tener un mundo de privilegios que les ofrece el sector salud por ostentar un puesto de planta, una especialidad o décadas en los pasillos de los hospitales, algunos de estos profesionales de la salud son reconocidos también por sus abusos de poder y presuntos casos de acoso sexual, con el fin de proporcionar oportunidades laborales o algún tipo de apoyo no consensuado.
Pero no solo los residentes son víctimas de estas situaciones, también las auxiliares y jefes de enfermería se ven inmersas en las condiciones que les ofrecen las conocidas agremiaciones, que son una herramienta de tercerización laboral para disminuir cargas prestacionales; en un sistema de salud que debería partir por el bienestar del personal, para ofrecer un servicio de calidad a los pacientes, aunque en muchas ocasiones no es así.
El caso de Catalina es un detonante para irrumpir en ese mundo de la salud que no está fuera del sistema judicial, en el cual es una obligación exigir condiciones dignas para ejercer todas las valiosas profesiones que hacen parte. Que la pérdida de vidas no siga siendo la razón para salvar otras.