El CNE, la campaña de Petro y las siete y más campañas presidenciales anteriores

En un país de desmemoriados, lo más grave es la inocencia manipulable de la gente y la evasión de responsabilidades históricas de sus dirigentes. La política tradicional además de desmemoriada es acomodada y descarada. La primera falla garrafal consiste en no aplicar la sana analogía en el caso de las campañas presidenciales de Petro y todas las campañas presidenciales anteriores.

Minimizamos y olvidamos casos que fueron realmente delincuenciales y graves. Ven el ratoncito que asustó al elefante, pero no al elefante que estuvo cagándose en la sala. Nada trascendió en la investigación de la campaña de Samper presidente, a pesar de las confesiones de Santiago Medina y Botero. A pesar de la voz denunciante de los mismos Rodríguez Orejuela, el presidente no se cayó. ¿Acaso el Pacto de Ralito, además de ser una declaración de guerra a la guerrilla y la toma del paramilitarismo a Colombia, no fue una promesa amorosa del encumbramiento de Uribe?  Nada pasó.

¿Acaso la primera campaña y la primera reelección de Uribe no estuvieron salpicadas por la intervención de dineros de los paramilitares y narcotraficantes y, la segunda campaña no estuvo manchada por pactos torticeros, cohechos por ofrecer, dar y recibir?

No hubo pronunciamientos ni del CNE, ni decisiones de la Comisión de Acusación y a duras penas se condenó al séquito, pero no al príncipe.  Finalmente olvidamos la yidispolítica, a los teodolindos, a los ministros ofreciendo y dando. El CNE volvió a guardar silencio. ¿Y qué pasó con el intento de campaña presidencial de Uribito? Hasta la consulta partidista de la derecha fue espuria ¿No quiso Arias elegirse con la obtención de apoyos económicos entregados por el programa de Agro- ingreso seguro?

Seguimos probando que, a cada campaña, corresponde una delincuencial elección. Y el CNE allí impávido. “asinus, asinum fricat”.  El siguiente atentado contra la probidad electoral y democrática se dio en la reelección de Santos:  las campañas de última vuelta fueron financiadas por Odebrecht, el CNE se declaró en tablas, los partidos se hicieron pasito. La elección de Duque también fue espuria y delictiva, aunque nunca lo hubiera confesado ni “la Cayita Daza”, y aunque el Ñeñe Hernández hubiera vivido para contarla. La verdad patente de la compra de votos de Gerlein y los Char fue ignorada nuevamente por el CNE, a pesar de la confesión de Aida Merlano.

Eso es lo inaceptable; en eso consiste la falsa analogía que aplican los desmemoriados políticos y mafiosos de este país. Todos los hechos delictivos y conductas penales que revisten gravedad se olvidan en el albur de las componendas. Por eso, es por lo que no se puede comparar el pago de unos testigos electorales (post campaña) o unos aportes de un sindicato, calificados a priori de delitos, con las inmundicias cometidas por las anteriores campañas presidenciales.  ¡Qué descaro el de los políticos, el de los expresidentes, el de los partidos: Hipócritas, sepulcros blanqueados por la desmemoria y el enceguecido deseo de poder!

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