Piero Emmanuel Silva Arce
Las disposiciones adoptadas por el gobierno para hacerle frente a la pandemia COVID-19 buscan consolidar una sociedad más disciplinada y obediente; se cree que es la única manera de enfrentar la propagación de ese enemigo invisible, incomprendido y controversial: el coronavirus. Frente a este se han originado todo tipo de hipótesis, algunos dicen que se afronta tomando agua de limón; sobre la forma de contagio no se ha dicho la última palabra, lo cierto es que existe una sensación de temor y de desconfianza, reflejada en las miradas de los transeúntes. A pesar de la inminencia del virus, existen otras pandemias que no dan tregua y que vienen asolando a la ciudadanía desde hace décadas: un sistema de salud precario, empleos con contratos basuras, hambre en las zonas rurales y urbanas, acciones criminales por parte del Estado, acaparamiento de tierras, un Acuerdo de Paz condenado a las hogueras por las fuerzas retardatarias, entre otras.
El domingo pasado, el diario El Espectador publicó un especial sobre los líderes sociales asesinados después de la firma de la paz entre el Estado colombiano y las FARC-EP. 442 líderes y lideresas asesinadas en tres años y medio deben preocupar a la ciudadanía, es una pandemia; alrededor de 200 excombatientes que se la jugaron por la paz han sido ultimados bajo la mirada cómplice de un gobierno más preocupado por sacar a sus amigos corruptos de la cárcel y por proteger a las redes de delincuentes de cuello blanco, vividores enriquecidos con el dinero de todos. Hay, pues, una pandemia auspiciada por las élites políticas y económicas mucho más letal que el coronavirus, sus síntomas son evidentes en los semáforos donde niños salen a trabajar en lugar de estar desarrollando sus inteligencias en los centros educativos. Esa es la verdadera tragedia nacional. Lo de Martha Lucia Ramírez y su familia narcotraficante es una radiografía del problema histórico del país: familias poderosas que se aprovechan de sus redes y después salen a decir que son las víctimas para buscar incautos que crean en sus patrañas. La otra pandemia es la que tiene que ver con el olvido y la indiferencia de una sociedad ensimismada en un individualismo que tiende a profundizarse con el distanciamiento social.
Frente a esas pandemias, incluida la del coronavirus, como ciudadanía estamos ante el reto de buscar alternativas que permitan un cambio de rumbo. Nuestro papel como parte de la naturaleza debe ser analizado y si el cuidado de la vida no se convierte en el eje central de la sociedad, el futuro en un corto y mediano plazo puede ser mucho más aterrador.
Investigador del grupo Estudios Políticos.