La Nación
COLUMNISTAS

El derecho a la esperanza

El verdadero partido que debemos ganar como Colombianos es el  que nos coloque en el sendero de la paz y la reconciliación,  que mejor que este histórico momento, donde dos actores cincuentenarios hayan con sensatez, sin celos, con respeto y responsabilidad, hayan decidido ponerle  fin  al  Conflicto Armado más antiguo y cruento que existe en el hemisferio, donde lo único que hemos obtenido son torrentes de sangre inocente, muchedumbre de madres viudas e hijos huérfanos.

Para muchos siempre debió existir incredulidad (no en vano), frente a la posibilidad que efectivamente exista una voluntad de dar por terminado este aciago conflicto; para otros como yo, siempre existió una esperanza, entendiendo que la condición humana apunta a errar, pero también a enmendar y hoy quedó claro que con todo y las diferencias, con todo y las dificultades y con todo y quienes duden o no crean,   es posible soñar con un nuevo país, donde podamos seguir viviendo y conviviendo en medio de la diferencia; al fin de cuentas, esta es la mayor virtud pero también compromiso  del ser humano, entenderse y convivir en medio de la diferencia. No cabe duda, hay lugar a un nuevo derecho, el Derecho a la Esperanza. Una esperanza que nos permita pensar que nuestros hijos, y las generaciones futuras, tendrán la posibilidad de compartir un país menos cruento, con menos víctimas, con menos odios, con más posibilidades de progreso individual y colectivo, con mayores espacios para realizarnos como personas, con la esperanza de un mundo más incluyente, justo y tolerante.

No es momento de vindictas, no es espacio para la duda, no es motivo de revanchas, ni opción para no creer; es instante para reencontrarnos, repensarnos y considerar que como personas, cada uno de nosotros podemos desarrollarnos, sin el desprecio porque otros hayan cometido vejámenes, porque sencillamente  y una vez más lo digo, llegó el momento de la esperanza, que como esencia de futuro, no es sentarnos a esperar, sino por el contrario, se convierte en el momento donde verdaderamente debemos actuar y con nuestro propio proceder, sirvamos de ejes constructores de paz, palabra esta que ha terminado siendo vociferada por todos para patrocinar o para criticar, pero que en esencia se convierte en el elemento que nos guiará como sociedad a ser diferente.

Para mí, no puede existir un mejor momento para retomar esta columna, que luego de varios años dejé pero que por  generosidad de este importante medio, me permite retomarla. Hoy no puedo terminar este espacio como solía hacerlo con la pregunta ¿será posible?, sino con la aseveración: mientras haya esperanza, todo es posible, y hoy más que nunca, mi país tiene esperanza.