La Nación
El día que la sal se volvió sosa 1 19 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

El día que la sal se volvió sosa

 

José Joaquín Cuervo Polanía

 

Hoy no quiero escribir de Álvaro Uribe Vélez, de todos es conocido la cantidad apreciable de casos en que se le vincula o se le reprocha con montajes a opositores o con manipulación de testigos. Al final creo que al Ex presidente nada le condenará. El, que tiene una conciencia laxa, ni su conciencia lo va a condenar. Quiero escribir delante de mis estudiantes de derecho; con signo de advertencia, con miedo, con temor, pero con respecto a mi profesión de docente, quiero más bien prevenirlos de los abogados de la mafia. Se trata de los abogados que vociferan con sus carros costosos, con sus islas privadas, sus apartamentos en Miami y sus jets particulares, que más valen las relaciones sociales, la manipulación y el comercio de influencias que la ciencia del derecho, que la ética jurídica, que el cultivo del juicio jurídico y de la jurisprudencia. Que las lisonjas, el enriquecimiento rápido están por encima de la disciplina que exige el cultivo de la sabiduría y la virtud.  Desafortunadamente el modelo a seguir de muchos de mis estudiantes sigue siendo Abelardo de la Espriella, Jaime Lombana, Jaime Granados, o el abogado de Álvaro Uribe, Diego Cadena quien con su comportamiento mafioso y nada apegado a la ciencia procesal o sustancial del derecho, va predicando con su vida profesional que el derecho no admite reatos de conciencia, que la profesión jurídica también se puede convertir en una mediación de coimas, de compra de sentencias y de conciencias.

Esa es la pasmosa situación de desconcierto que siembra la profesión de la abogacía en Colombia, desde el prototipo de penalistas como Jorge Eliecer Gaitán, que ganaba procesos para alimentar su ego populista, pero que hubiera sido capaz de defender al mismo Mussolini Para quitarle cualquier reproche de la historia. Es nuestra herencia maldita, la de Nepomuceno Matallana, el “Doctor Mata” La de Gustavo Salazar Pineda, el abogado de los carteles de Cali y Medellín.  Antes que de modelos éticos de juristas, que no son ni Kelsen, ni Hart, ni Dworkin, ni Carlos Gaviria, ni Palacio Rudas, ni Darío Echandía, el modelo de los jóvenes de las escuelas de leyes sigue siendo el de los que llegan a mancillar el nombre de las altas Cortes, Los pícaros ex magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los del cartel de la Toga, que llegaron allí sin mérito, pero si a vender los fallos. Los Pretelt o algunos de los magistrados de la Corte Constitucional, hoy reprochados por sus acosos sexuales y su estado de cosas inconstitucionales, algunos del Consejo de Estado que llegan a tan alta dignidad sin sabiduría y sin virtud, que se vinculan y se mantienen con móviles politiqueros y con mediaciones y lobbies asquerosos que nada tiene que ver con el prototipo de los que sienten en su vivir el alma de la toga. ¿Si la sal se vuelve sosa con qué la salarán? No sirve sino para echarla afuera y que sea pisada por la gente.