LA NACIÓN divulgó en días pasados la conmovedora historia de Sergio Andrés Bermeo, el joven recolector de café, de 25 años de edad, herido por una bala perdida cuando se movilizaba por una calle del barrio Alberto Galindo de Neiva.
Y no fue cualquier lesión. El diagnóstico: cuadriplejía. La bala le fracturó a Sergio vértebras cervicales, C5 y C6, y produjo una lesión medular completa. “Veníamos de llevar una vida muy normal y ahora todo es diferente. Él es como un niño, hay que asearlo, limpiarlo, usa pañal, cremas y las terapias se las realizamos la mamá y yo, con lo poco que hemos aprendido. Hicimos una rifa y con ese dinero, logramos pagar las primeras terapias, pero como cada día nos costaba 60 mil pesos ya no las pudimos seguir pagando. Todo ha sido particular porque no tenía EPS”, dijo Tatiana, Narváez, la compañera sentimental de Sergio. Y para sobrevivir, la familia vende arroz con leche o hamburguesas, pero no es suficiente, ya que los gastos médicos son costosos.
Así de dura ahora es la vida para Sergio y su familia por cuenta de un irresponsable que hizo varios disparos al aire. De ese sujeto, no se sabe nada ni las autoridades en Neiva se han preocupado por saber de él.
Según cifras oficiales, a nivel nacional, en 2018, hubo 101 víctimas –entre fallecidos y muertos– por balas perdidas, mientras en 2017 hubo 62 muertos y 68 lesionados.
El caso de Sergio Andrés en la capital huilense, junto con las cifras preocupantes de homicidios por armas de fuego, debe conducir a que las autoridades intensifiquen sus operativos de control y registro para sacar de las calles las armas ilegales, así como acciones de inteligencia para dar con el paradero de los delincuentes que las comercializan o las alquilan en varios sectores de la ciudad.