La historia de la barcaza ‘La Magdalena’, construida en Neiva con fines turísticos dentro del proyecto Parque Isla, y que terminó desmantelada por completo, es el reflejo de cómo los dineros públicos, que son producto de los impuestos que pagan todos los ciudadanos, son literalmente botados a la caneca de la basura.
La barcaza zarpó por primera vez, el día de la inauguración, en junio de 2011, seis meses antes de terminar el mandato del alcalde Héctor Aníbal Ramírez. En el 2013, rodó sin rumbo, arrastrada por una creciente. Después de varios días de búsqueda fue encontrada encallada en el corregimiento de Guacirco. Desde entonces permaneció atascada en el puerto de Caracolí, en el Malecón, en la margen derecha del río Magdalena.
Hasta hace poco, la silletería de polietileno para pasajeros logró resistir el paso de los años. El piso estaba inservible, igual que el techo, ambos derruidos por el óxido. Hace dos semanas, una fuerte creciente, arrasó con los últimos vestigios. Los 32 chalecos salvavidas desaparecieron. Los dos motores de 150 caballos de fuerza, con capacidad para cinco toneladas, también se esfumaron.
Tal como se reseñó en estas páginas, la barcaza ‘La Magdalena’ tuvo un costo inicial de $575 millones, aportados por Cormagdalena a través del convenio al convenio 1-0029-2009 suscrito con la Alcaldía de Neiva. La administración municipal, según el convenio, asumiría los costos de la operación y el mantenimiento. El ensamble de la nave acuática con fines turísticos fue adjudicado ‘a dedo’ al consorcio Muelles 2010, a través del contrato de obra N. 354 de 2010. Al final, la embarcación nunca pudo zarpar y terminó abandonada.
No es el primero, ni muy seguramente será el último caso en el que se despilfarran dineros públicos en infraestructura que se vuelve inservible. El gran problema de muchas inversiones estatales es que en el afán de contratarlas y ejecutarlas, no se evalúa su permanencia en el tiempo.