Imaginémonos por un momento a una comunidad que habita en una pequeña isla dotada de gran riqueza natural y que gracias a la abundancia de recursos como suelos, madera, palmas, frutos silvestres y agua, encuentra posible construir cabañas y sobrevivir, mientras se planifican los primeros cultivos. Imaginémonos por un momento a una comunidad que habita en una pequeña isla dotada de gran riqueza natural y que gracias a la abundancia de recursos como suelos, madera, palmas, frutos silvestres y agua, encuentra posible construir cabañas y sobrevivir, mientras se planifican los primeros cultivos. Los recursos naturales son apropiados por los miembros de la comunidad que, mediante el uso de herramientas, los convierten en productos útiles para satisfacer sus necesidades. Después de un período de convivencia sea dan cuenta que, además de atender a sus necesidades inmediatas, pueden generar excedentes de producción para intercambiar con comunidades de otras islas. En alguna otra isla los habitantes han llegado a la conclusión de que desarrollar el conocimiento mediante la educación, permite crear nuevas tecnologías para procesar sus recursos naturales, obteniendo productos como pulpas de frutas, esencias de cáscaras para elaborar perfumes y cosméticos, logrando mejores ventajas en el intercambio de productos procesados con base en materias primas de ultramar. En el transcurso del tiempo se observa que la comunidad que se dedicó exclusivamente a explotar sus recursos naturales los fue agotando y sus ingresos por concepto de intercambio, que fueron inicialmente estables, empezaron a disminuir. Al contrario, la comunidad que se cualificó por medio de una esmerada educación de sus miembros, comprendió que ésta era la base para mejorar su calidad de vida, obteniendo nuevos productos que incorporaban tecnología y conocimiento trayendo consigo nuevas oportunidades en lo económico y la innovación en productos, servicios y modelos de negocio. En una reunión las comunidades isleñas analizaron que no tenía sentido que mientras unas obtenían prosperidad, otras presentaran indicadores preocupantes de pobreza (desnutrición, desempleo, violencia, marginalidad, deterioro del medio ambiente, injusticia), llegando a la conclusión de que se trataba de un mismo planeta cuyos procesos resultaban ser interdependientes; que de qué servía medir el crecimiento económico en términos del Producto Interno Bruto (PIB), centro de atención de los ejercicios contables y económicos durante los últimas seis décadas, sin medir los efectos del modelo de desarrollo sobre la fuente de toda la riqueza: el medio ecológico.. Pues bien, recientemente se concluyó por parte autoridades de diversos países del mundo, que el crecimiento económico no podía ser ajeno al cuidado del ecosistema, planteándose por su parte la necesidad de aplicar una nueva medida de crecimiento y desarrollo denominada “Índice de Riqueza Integral”, en inglés Wealth Index, indicador renovable cada dos años y que al ser aplicado a una muestra de 20 países con el 58% de la población l y el 72% del PIB del planeta, incluida Colombia, reflejó que nuestro país no tiene un modelo de desarrollo sostenible; es decir, que estamos agotando el ecosistema, tal como sucedió con la isla que cifró su desarrollo en la exportación de materias primas y no en la del conocimiento como valor agregado. El Wealth Index fue presentado por el Programa de la ONU para el Medio Ambiente en la Conferencia de Río +20, en Río de Janeiro, Brasil.