La humanidad está a prueba en estos momentos por cuenta del coronavirus, un mal detectado a finales del año pasado en Wuhan, China. La enfermedad, con su estela de muertos y enfermos, ha puesto a temblar incluso a las naciones más poderosas del mundo.
Lo de Boris Johnson, el primer ministro del Reino Unido, internado en una unidad de cuidados intensivos por coronavirus; o lo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que pasó de “es una simple gripita” a “habrá muchas muertes”, son muestras de cómo el Covid-19 nos tiene doblegados.
Y lo más grave es que como consecuencia del coronavirus, han surgido otros ‘virus’ igual de impactantes y dañinos como el de la desinformación.
Las redes sociales, lamentablemente, se llenaron de noticias falsas, rumores y publicaciones inexactas o exageradas sobre la enfermedad, que llenan de incertidumbre o de un pánico innecesario a quienes hoy más que nunca acuden a estos medios para informarse o sobrellevar el confinamiento decretado para preservar nuestras vidas.
Aquí es donde cobra importancia, sin duda alguna, el periodismo serio e imparcial, que no se deja llevar al primer comentario o reporte para proceder a publicarlo; el que prefiere ahondar o profundizar en la noticia, antes de difundirla con imprecisiones o equivocaciones; el periodismo que sabe de su responsabilidad, que no ha sucumbido a los ‘likes’ o reproducciones y que por eso mismo, no se atreve a publicar nimiedades o cosas inútiles o sin relevancia.
En estos tiempos de pandemia, la ciudadanía y las mismas Entidades del Estado deben empezar a estimar y respetar más a sus medios de comunicación, a sus periodistas, que hacen un enorme esfuerzo por informar con veracidad e independencia.
En LA NACIÓN, valoramos la dedicación de nuestros periodistas y reporteros gráficos en estas horas difíciles que vivimos todos.
“En estos tiempos de pandemia, la ciudadanía debe empezar a respetar más a sus medios de comunicación, a sus periodistas, que hacen un enorme esfuerzo por informar con veracidad e independencia”