La Nación
El pesimismo y la muerte de la primavera 1 28 marzo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

El pesimismo y la muerte de la primavera

José Joaquín Cuervo Polanía

Me enseñó Schopenhauer que tal vez vivimos en el peor de los mundos posibles, que en este mundo el dolor es perpetuo, que nuestro destino es tratar de obtener lo que nunca tendremos, nos enseñaron los existencialistas que la vida es una pasión de Eunuco, Nietzsche nos invitó a la ignorancia porque el saber absoluto conduce al pesimismo. Nos insinuó que un pesimista es sólo un optimista que fue bien informado. Después del optimismo que imprimieron las marchas ciudadanas, la elección de los nuevos mandatarios y ciertas cifras económicas que demostraron que Colombia era uno de los pocos países que crecía en el hemisferio, nos fuimos dando de narices como para aceptar que allí estaba la naturaleza humana egoísta, y cruel.

Las marchas fueron tomando su cauce conformista en nombre de los organizadores mañosos que pensaron más en su protagonismo político que en el sentimiento popular, menos contaminado e intereses personales. Muchos de los nuevos mandatarios terminaron decepcionando o se estrellaron con la dura realidad de que muchos de sus sueños eran imposibles de concretarse. El país de la brecha más abierta entre ricos y pobres, el de la mayor corrupción, el país más inequitativo no iba a tornarse en un Edén de la noche a la mañana. En Colombia, el país había crecido solo para los ricos. Se sigue cumpliendo la profecía de que siempre que la economía fuera bien, significaba que el país iría mal. La violencia no cesa, los asesinatos a líderes sociales no se detiene, las estrategias guerreristas y la práctica de volver trizas la paz ya se entronizaron como posibilidad de la visión a contravía de la derecha. Las disidencias de las Farc o el ELN, estarán preparando un golpe contundente a la poca moral que nos queda. La estrategia del narcotráfico seguirá fortaleciéndose en la anarquía y en la impunidad. Vuelve la polarización política, que se alimenta de las diferencias que no han sido superadas. La calma chicha de las disidencias de las Farc, solo revela su dialéctica diabólica para perpetuar la violencia. Ahí sigue incólume la tragedia real de un acuerdo de paz frustrado y satanizado. Un triste estado de la salud, convertida en un negocio para unos y verdadera frustración del estado social de derecho, vivimos un mal desempeño en educación y nos vamos declarando impotentes para mejorar su calidad, todo ha vuelto a ser desgano, hastío y desencanto: la confianza se ha vuelto a marchitar. Nos volvieron al invierno de la indiferencia, nos están matando la renaciente primavera.