La Nación
COLUMNISTAS

El posconflicto empieza en el campo

La humanidad podría llegar a 10.000 millones de habitantes en el 2050 y debido al crecimiento de las clases medias, la demanda de productos alimenticios aumentará en un 50%. Con este panorama, Colombia es un país privilegiado por sus climas y variedad de productos agrícolas. Hay que impulsar el desarrollo agrícola, subsidiar al pequeño y mediano agricultor y establecer normas claras y estables para la agricultura extensiva. También racionalizar la distribución de la tierra y su buen uso. En Colombia hay 22 millones de hectáreas aptas para la agricultura, de las cuales se cultivan 5. Hay 17 millones de hectáreas disponibles para la despensa nacional e internacional. Hoy el Estado no sabe cuántos campesinos hay; no solo porque unos 6 millones han sido desplazados, sino porque como el campo no es rentable, se está quedando solo y el “productor agrícola” se va a engrosar los cinturones de miseria de las grandes ciudades, para vivir del rebusque. Definitivamente el verdadero “Gran Colombiano” es el abnegado y sacrificado campesino, que le ha tocado luchar contra la violencia y el terrorismo, el reclutamiento de sus hijos, el desplazamiento, los caminos de herradura donde transitan la pobreza y el olvido. Tenemos tierra suficiente para sembrar, pero el mal uso del suelo y la escasa tecnificación agrícola hacen que tengamos que importar el 30% de los alimentos que consumimos.

La desigualdad en el campo es un obstáculo para el desarrollo y modernización del país. Un punto clave es el desarrollo rural: salud, educación, agua potable y vivienda; y otro es el de la infraestructura vial para integrar regiones y agilizar el mercadeo. También hay que incluir el riego, ampliación de la cobertura eléctrica y la conectividad tecnológica en el campo. Por eso la Reforma Rural Integral es el primer punto del acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz sostenible. En Colombia la red vial terciaria representa el 70% de la red vial nacional (160.000 kilómetros), la cual, en su mayoría requiere de intervenciones, para mejorar la competitividad y la calidad de vida de las comunidades campesinas. No podemos pretender ejecutar una agenda de posconflicto, sin antes garantizar que los recursos que se destinen al desarrollo y la conectividad rural, sean bien ejecutados y lleguen verdaderamente a quienes los necesitan. El sector agropecuario, el más golpeado durante el conflicto armado, está llamado a liderar y jalonar el posconflicto. Definitivamente la paz y el posconflicto empiezan en el campo. ¡En hora Buena! ¡Feliz Año 2017!