Con motivo de las protuberantes fallas en los servicios de la salud que padecemos los colombianos, que algunos atribuyen a la ley 100, la solución, dicen algunos, es la sustitución esta norma por otra que mejore los servicios y acabe con la corrupción y la ineficiencia que imperan en ella. Soy de los que no creen que esta ley sea la responsable, sino que este es un problema de valores y actitudes de quienes administran la salud y de ineficiencia en la organización de la prestación del servicio, y esto no se cambian simplemente cambiando las leyes. Los valores y actitudes corresponden a principios éticos que hacen parte de la formación del ser humano que lo inducen a la honestidad, al espíritu de servicio y a la probidad en el manejo de los recursos del Estado. Podemos cambiar todas las leyes, todas las normas y hasta Constitución Política, pero sino se cambian los valores y actitudes de la gente, la corrupción y la ineficiencia siempre estará presente en las actuaciones de las personas. Y así como sucede con esa errada idea, creen que hay que hacer lo mismo con los demás sistemas e instituciones que le están fallando al país. Hay que reformarlas, dicen, y sugieren llevar proyectos de ley al Congreso para modificarlas o eliminarlas. Olvidan que muchas de sus fallas no provienen de las normas sino de las actitudes y falta de valores de quienes están a cargo de ellas. La impunidad por fallas de la justicia y de las instituciones de control, que las muestran como incapaces de castigar los delitos, tienen su explicación, en un altísimo porcentaje, en la corrupción y la falta de valores de los servidores públicos; la conformación de los carruseles en la contratación de las obras públicas y en las pensiones, es porque los valores morales han desaparecido de la mente de muchos funcionarios, contratistas y magistrados. Todos los casos de corrupción por la geografía nacional nos dicen lo mismo. Casi a diario se lee en la prensa que esta o tal entidad hay que reformarla, pero nada se dice sobre el cambio de actitudes y de comportamientos de quienes dirigen la institucionalidad, empezando por el Congreso de la República del cual Luis Carlos Galán dijo en 1985 que tan solo el 5% de sus integrantes en esa época eran honestos en el cumplimiento de sus deberes. Lograr el cambio de actitudes y el fortalecimiento de los valores morales es un proceso complejo, pero es el único en una sociedad marcada por la corrupción y la ineficiencia institucional.