El respeto por el otro

Siempre he tenido un gran respeto por los médicos. Desde cuando en mi pueblo el doctor Artunduaga me salvó de la viruela, hasta el doctor Cépeda, cardiólogo en Ibagué, cincuenta años después, quien determinó implantarme el marcapasos para ser aún parte de los vivos.

Más aún, desde cuando la medicina era sólo general y cada médico se inclinaba e investigaba más sobre determinadas enfermedades, o el doctor Castro combinaba el ejercicio del bisturí con la política, o el doctor Zapata Olivella abandonaba el fonendoscopio para convertirse en uno de los mejores escritores de Colombia, hasta hoy, que abundan los especialistas y las especializaciones, me conmueve esa vocación por aliviar el dolor humano con sus conocimientos y sus habilidades.

Por eso leí con admiración y respeto el libro “Ante todo no hagas daño”, escrito por el neurocirujano inglés Henry Marsh. Como en una novela, el autor nos cuenta en su libro sus experiencias al intervenir el cerebro humano.

“Cuando mi instrumental penetra en el cerebro o la médula espinal son necesarias la destreza y la experiencia, y uno tiene que saber cuándo parar. A menudo, incluso es mejor dejar que la enfermedad del paciente siga su curso natural y no operar siquiera. Y luego está la suerte, tanto la buena como la mala; a medida que adquiero más experiencia, me doy cuenta de que la suerte es cada vez más importante”.

El doctor Marsh nos demuestra cómo un autor, en este caso un neurocirujano de gran prestigio, en sus últimos años de ejercicio profesional, desnuda de una manera valiente su recorrido en este escrito que es novela, autobiografía sin serlo o bitácora científica o una crónica de una profesión desgarradora.

Es, en verdad, un recuento de sus vivencias durante tantos años de intervenir el cuerpo de sus pacientes.

Parecido a una novela, este libro está narrado con una prosa elegante y efectiva y aunque maneja tecnicismos propios de la profesión el autor no avasalla con sus conocimientos al lector, antes bien lo guía en su asombro por los laberintos insondables de la condición humana.

Es esta condición la que hace de este libro una magnífica obra, porque no es una descripción del oficio sino una exploración de los sentimientos y pensamientos que se tejen alrededor del médico en su relación con el paciente.

Por ejemplo, los temores del cirujano al enfrentar la decisión de operar, él éxito o el fracaso, como él mismo escribe: “La joven se añadiría a la lista de mis desastres: una lápida más en ese cementerio que, según dijo el especialista francés Leriche, todo cirujano lleva en su interior”.

Varias veces me sentí en el quirófano, inerme, en las manos de los cirujanos.

Confesiones desgarradoras, dignas de leerse. 

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