La Nación
El tunar del San Juan 2 24 abril, 2024
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El tunar del San Juan

Albeiro Castro, experto en turismo, plasma desde su experiencia aquellas épocas en que las generaciones pasadas disfrutaban de la fiesta de San Juan. Era todo un acontecimiento y el orden de la jornada estaba estrictamente planeada.

 

El tunar del San Juan 8 24 abril, 2024

Albeiro Castro Yépez

Especialista en Turismo

 

Cuánto añoramos hoy las celebraciones del San Juan de hace apenas seis décadas, la alegría afloraba.

Con la tradicional ida a la vega, todo un paseo que incluía pasar el Magdalena en canoa de remo, canalete y vara, para conseguir un racimo de plátano hartón, hecho que ocurría generalmente el 16 de junio, la llegada a casa implicaba darle inicio a la barrida del horno de leña, una limpieza total a todo su interior y la parte externa, sin descuidar la cubierta pues de una de sus juntas se colgaría el racimo de plátano para su maduración, deshidratación hasta lograr convertirse en el maduro paso, uno de los más preciados acompañamientos del Asado Huilense.

Los días avanzaban y los aprontes se convertían en parte de las angustias del diario acontecer, había que recoger el maíz y la panela para poner a fermentar la chicha armando una buena tapa de trapo de lienzo y cintilla de calceta de plátano para tapar la tinaja y garantizar que los bichos no la manosearan, también llegaban las harinas, especialmente las de achira, trigo y maíz, una para aloja, otras para los bizcochos y los bizcochuelos, huevos, mantequilla, leche y cuajada se asomaban para esperar su función. Los aromas a mejorana, poleo y yerbabuena, anunciaban que el día estaba cercano, el hervido del anisado le daba punto a la mistela.

En las noches previas al San Juan se reunían los compadres, uno con su tiple, otros con guitarra, bandolas, tamboras y carrasca, eran noches de ensayo, bambucos, sanjuaneros, merengues que luego animarían el jolgorio, una velada que por supuesto incluía el calentar de garganta con unos buenos anisados. Claro primero se rezaba la novena a San Juan y luego el ensayo, nueve noches de alegría y pelambre, pues, se repasaba la lista para garantizar que, el apronte estaba completo y de paso se rajaba de los amigos y vecinos; no se podía fallar en el cálculo del petróleo y las caperuzas para garantizar que las petromax iluminaran las noches más importantes, la del sacrificio del animal y la de la verbena.

Los agudos chillidos del cerdo sin lugar a dudas anunciaban la llegada de tan esperada noche, el agua hirviendo pronto serviría para la limpieza del animal, mientras que el balde con su sangre se reservaba para el embutido de las morcillas, mientras los hombres se ocupaban del desposte del animal, las señoras se aplicaban en el aprovechamiento de las vísceras, unas se cocinaban para su utilización en el guiso, y otras se preparaban para las primeras frituras, los más solícitos se encargaban de mantener las copas abastecidas de anisado y los músicos le sacaban tonadas a los instrumentos, así pasaba la noche hasta la llegada de la alborada.

Al día siguiente la jornada iniciaba después del almuerzo, momento clave, pues el horno debía  estar a punto para alojar las bandejas y los tiestos, en el mientras tanto, la faena incluía la preparación de los bizcochuelos, los insulsos y las arepas, entrada la noche, se daba rienda suelta a la verbena, el movimiento de cadera no se hacía esperar, el baile se animaba hasta la llegada de los bocados que pasmaban a los danzarines, pero una vez fortalecidos reiniciaba la tarea que generalmente terminaba con el alba, todos alistaditos a participar en la celebración de la misa mayor en honor a San Juan, terminada la reconciliación espiritual se daba inicio al bazar, el toreo y la despescuezadura de gallos, y entrada la noche se remataba con el tunar de los vecinos, viandas iban y venían con el respectivo toque y baile.

El Churumbelito resultaba emocionante pues se alistaba el piquete y el chingue, habida cuenta que, el jolgorio terminaba con el tradicional paseo al río, el baño en aguas mansas y frías recomponía las energías gastadas, otros sorbitos de anís y de caldo para animar el pelambre final, unos para la burla de los bailes, otros para anunciar nuevos matrimonios, y por supuesto, se evidenciaban los enojos propios de los celos, hasta dejar descuerado a todos los participantes, pero alimentando como esperanza “el año entrante con la ayuda de Dios será mejor”.