La Nación
El valentón 1 20 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

El valentón

Albeiro Castro Yépez

 

En aquellos tiempos, cuando era posible programar una jornada de pesca a los vecinos ríos del Caquetá o del Putumayo, grupos de amigos, se reunían para salir durante la semana previa a la Semana Santa, el principal argumento era, acopiar el pescado necesario para cumplir con los rigurosos ayunos de los días Jueves y Viernes Santo, pero adicionalmente para las comilonas de los días Domingo de Ramos y Domingo de Pascua.

Al llegar al destino, el primer día se invertía en cuadrar la logística, el principal esfuerzo se enfocaba en coordinar el grupo de baquianos, especialmente el transporte fluvial y el sitio donde se montaría la ranchería, hoy decimos coloquialmente el campamento; a renglón seguido surgía el apronte.  Las compras de riguroso cumplimiento eran la sal y la panela, sin olvidar los tabacos, el aguardiente y el café, vituallas infaltables para una larga jornada de pesca. El bastimento poca preocupación generaba, pues, los plátanos, cachacos, la yuca, batata y yota, así como, las yerbas aromáticas, como, el cilantro cimarrón, por ejemplo, las proveían los campesinos de la región.

Entrada la noche, iniciaba la jornada, al comienzo chiliando para probar suerte y celebrar con las primeras capturas que normalmente garantizaban el alimento para el primer día, luego al llegar a las chorreras, el tema se concentraba en el montaje de los chinchorros y el aliste de los anzuelos con sus respectivos cebos y carnadas, un grupo de dedicaba a la pesca y otro a la rancha, las primeras olletadas de café cerrero o mezclado con panela, una delicia, se mitigaba el frío y el cansancio, al tiempo se preparaba el caldo con el producto de la pesca, a la una o dos de la mañana resultaba todo un reconstituyente que permita soñar y añorar a la morena.

Logrado el objetivo de capturar valentones, esto es, un bagre de gran cuerpo y abundante carne magra en lomos y pechuga, el trabajo se enfocaba en la preparación, una vez eviscerado se procedía a impregnarlo de una gruesa capa de sal y luego se remojaba con agua de panela espesa, para luego exponerlo al sol y lograr un secado por deshidratación, proceso que garantizaba su conservación para llevarlo hasta Neiva, hoy popularmente se conoce este proceso como “pescado seco”.

Los banquetes y comilonas en casa eran cuentos de nunca acabar, historias de pescadores, unas creíbles, otras no, y por supuesto la receta para sacar la sal, primero retirar la costra de sal y panela, luego lavar con salmuera y limón al gusto hasta lograr textura blanca y blanda, seguidamente a cocinar con la sazón casera, abundante cilantro común y cimarrón, sin dejar de lado, plátano, cachaco y yuca, y el infaltable hogo, o salsa criolla para los jóvenes, listo el plato de ayuno. Buen provecho compañeros.