El yugo de sus propias palabras

De Orlando Guzmán Perdomo, (q.e.p.d.) aprendí que “la lengua es el azote de la parte sur de las vacas que van para el norte”; sin más explicaciones.

Nos hemos encontrado con situaciones que dicen claramente de la conducta de Santos, para la época del gobierno de su hoy socio actual Samper, y la suya.

La misma podredumbre pero con diferentes actores; con el agravante ahora, y eso lo hace el gobierno más corrupto de la historia; sencillamente que esa misma alcantarilla la utilizo para hacerse reelegir.

A raíz del Proceso 8.000 y la crisis de gobernabilidad del presidente Samper. El 1º de marzo escribía: “El problema de fondo, el que realmente afecta su capacidad para gobernar, es que perdió la credibilidad. Cualquier cosa importante que proponga el Gobierno, (…), será interpretada como una nueva cortina de humo u otro burdo intento de comprar apoyo político”.

Ese columnista era Juan Manuel Santos, que hoy no firmaría ese escrito, pues uno de sus muchos “problemas” es también la pérdida de credibilidad por la financiación de sus campañas de 2010 y 2014, al punto que la pregunta de moda en noticieros y redes es: ¿le cree a Santos: SÍ o NO?. Hoy también la falta de credibilidad afecta su capacidad para gobernar, mientras su Unidad Nacional se desbarata con el trasteo de las lealtades prestadas –enmermeladas– hacia los mejores postores para 2018. Hoy también, cualquier cosa que proponga será interpretada como cortina de humo.

Para la época de Samper, le reclamaba la responsabilidad política y le exigía a Samper el 22 de marzo de 1996: “La responsabilidad política de todo lo que sucedió en la campaña es una cosa. Otra son las responsabilidades jurídicas. Todo se ha concentrado sobre lo segundo, y todo el mundo se ha lavado las manos frente a lo primero, que es lo fundamental”.

Fue enconada su campaña por la dignidad de la presidencia y la falta de gobernabilidad. El 26 de enero, su columna –“Grandeza”– fue una emotiva carta que culminó con una admonición con tufillo golpista: “Sea leal con su patria (…): retírese con grandeza y recibirá el reconocimiento de los colombianos y de la historia”, le decía a Samper.
El 2 de febrero insistió: “La salida del presidente Samper, (…). Es apenas una condición necesaria…”.

El 16 de febrero escribió; creer que “cohabitar con el desprestigio y los errores de sus funcionarios sin caerse, (…) ya está caído”.

Contundente. Hoy Santos cohabita con el desprestigio, y no solo es esclavo de su realidad sino de sus palabras.
 
 

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