La Nación
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Eladio Romero: gran huilense. Por Julio Enrique Ortiz Cuenca

Cuando la muerte toca a la puerta e invita hacia la eternidad, recordamos que somos mortales y  la misión que Dios nos asigno  sobre la tierra. El sacerdote Gonzalo Gallo, escritor, conferencista internacional y quien  ha profundizado sobre la espiritualidad a partir de la realidad, reflexionando sobre la muerte dice que es el paso entre dos vidas, un cambio de forma de vivir. No es el fin de la existencia. Al morir, volvemos a la energía universal para seguir viviendo. La muerte es solo para el cuerpo. El espíritu sigue viviendo, en otra dimensión, en la luz. Y es la sensación que tenemos después de haber acompañado a Eladio Romero  a la purificación del fuego  y a  su última morada terrenal. Familiares y  amigos lo sentimos entre nosotros, no se ha ido, lo percibimos con la autenticidad que lo diferenció en la vida, su alegría, jovialidad, sentido del humor y franqueza para decir lo que pensaba sin lastimar a nadie. A su casa se llegaba con preocupaciones o tristezas y se salía animado, lleno de optimismo  y con semblante de alegría, por sus entusiastas comentarios cargados de humor y crítica constructiva acompañados de sonoras carcajadas. Con su amigo del alma Eufrasio Collazos, líder visionario del agro colombiano, le apostaron a hacer de la Cooperativa Coagrohuila una de las más grandes del sur del país. Muy joven cruzó el desierto de la Tatacoa desde San Alfonso su tierra natal, conquistando el corazón de una mujer extraordinaria con quien conformó un bello hogar, Rosalba Parra , gran ejecutiva y líder social a quien apoyaba en su trabajo humanitario como directiva de la Fundación Jorge Eliecer Gaitán en los programas educativos  del Colegio Reynaldo Matiz, como vicepresidente de los voluntariados de Covolhuila atendiendo a  desplazados y población marginada y como  directiva del periódico La Nación. Formó unos hijos en los valores del estudio, el trabajo, la honestidad y la solidaridad: Omar, ejecutivo en México y Diego, especialista en petróleos en Holanda. A ellos, su querida esposa, sus nietos, Carlos Ernesto, demás hermanos y familiares, nuestros  sentimientos de solidaridad. A Eladio, gran huilense y amigo, como era la filosofía de su vida, lo recordaremos siempre con alegría y en vez de un whisky serán dos en su memoria. julioenriqueortiz@yahoo.com