Cada vez que se conocen cifras recientes sobre la situación de las mujeres en Colombia y sobre todo se comparan con la de los hombres, queda en evidencia que el progreso que se logró en educación y salud especialmente en el Siglo XX, no ha alcanzado otras áreas especialmente en lo económico y el acceso al poder político. Mucha frustración, mucho desamparo deben vivir millones de jóvenes y niñas que más preparadas que sus madres y abuelas, siguen pensando que el mundo no ha cambiado radicalmente para ellas.
Y la situación no es mejor cuando se mira la participación de las colombianas en la esfera del poder político dominado totalmente por los hombres. Las últimas cifras del PNUD corroboran este desfase. Según el Foro Económico Mundial, Colombia ha retrocedido 58 puestos entre 2006 y el 2011 en términos de igualdad entre hombres y mujeres. Hoy ocupa el puesto 90 entre 132 países que tienen información sobre mujeres en el Parlamento. Las mujeres solo ocupan el 9,4% de las gobernaciones y el 9,6% de las alcaldías, el 14,4% de los diputados, el 12% de los concejales, el 13,3% de los representantes a la Cámara y el 15,5% de los Senadores. En promedio, solo hay 18% mujeres en cargos directivos de los partidos y 38% en administrativos y reciben el 2% del presupuesto.
Como es posible que esa sea la realidad después de tantas conferencias, tantas investigaciones, tantos esfuerzos para resaltar el valor de la mujer, su papel indispensable en la sociedad. Sin duda algo hemos hecho mal. Por eso es hora de profundas reflexiones porque esta no debería ser la realidad colombiana en el siglo XXI. Es evidente que aquellas que creemos en la igualdad entre hombres y mujeres, no le hemos llegado a la gran mayoría de esos hombres que se siguen comportando como sus antepasados. Tampoco hemos logrado que esta sociedad reaccione colectivamente al maltrato en el mercado laboral; y en la política, no ejercemos la solidaridad para apoyar a aquellas que se aventuran a incursionar en el mundo de los machos.
Más que celebrar el día de la mujer, la pregunta válida es ¿en que nos equivocamos las mujeres? Porque somos nosotras las que romperemos estas tendencias. Se trata de algo tan esencial como es compartir, algo que los hombres conocen poco, nada menos que la riqueza y el poder político. Lo primero es que se debe cambiar el discurso del solo empoderamiento por el de la autonomía económica porque si esa mayor educación y mejor salud que hoy tienen las mujeres frente a los hombres, no se traduce en mayor acceso al trabajo productivo y al ejercicio del poder, seguiremos reforzando las grandes frustraciones de millones de mujeres. No más reuniones entre convencidas y acabemos la exclusión de hombres en estos debates. Ya hay muchas “mujeres nuevas,” ayudemos a construir ese hombre nuevo que comparta sin agresiones el mundo con nosotras. No eduquemos más hombres que se comportan como aquellos que vivían en un mundo de mujeres resignadas, subordinas, poco educadas y consideradas como seres inferiores. Décadas para no hablar de por lo menos un siglo, han pasado desde que esa era la realidad.