El único responsable de las manifestaciones de indignación social, es el gobierno y la clase política que ha gobernado, a Colombia, desde hace más de 200 años.
Eh aquí el espejo. Cuando se conoce que, al menos el 70% de la fuerza laboral colombiana, gana menos de dos salarios mínimos y de ellos, el 52% gana menos de un salario mínimo, podemos concluir que el 70% de los colombianos son pobres. Las estadísticas gobiernistas, fara mejorar cifras, con modifican las metodologías. De esa manera, el gobierno dice que la pobreza ha disminuido. Iguales maniobras hacen con las estadísticas del desempleo. Todo, manejo de cifras, papel y verborrea.
Un ministro de Hacienda, “genio” del absurdo y el engaño, dijo que quien gane $193.000/mes y en adelante, no es pobre.
En términos reales, mínimo 30% de la población sobrevive en el campo. La producción campesina, que daba algún respiro económico a las familias, era el café. Alcanzó los U$3.7/libra, ha años. Estudios recientes establecen que el salario mínimo medio rural, no supera los $200.000/mes.
Desde el desmonte de Pacto Internacional del Café, consecuencia de la firma del Conceso Washington (el gobierno), el precio ha decrecido continuamente.
Hoy es de U$1.15/libra, tipo exportación. No todo clasifica como tal. El precio está por debajo de los costos de producción. Los abonos, tienen precio de especulación. Esto hace que reduzcan la aplicación y así se reduce la producción. Entre otras causas, por eso la producción nacional, pasó de 13.8 millones de sacos año, a 7.6. Se redujo el rendimiento por hectárea, y los ingresos del productor.
Resolver la encrucijada de los pequeños productores agropecuarios, no es fácil.
¿Por qué fertilizantes, herbicidas y plaguicidas en otros países de la región tienen precios inferiores al 50%, respecto a los precios en Colombia? Porque el modelo económico neoliberal los impone. Y el gobierno es fiel a las órdenes del Súper-Estado del capital trasnacional. Los tratados de libre comercio lo exigen.
Los cafeteros y productores del campo en general, no tuvieron ni tienen quien los defienda. La Federación Nacional de Cafeteros y Comités Regionales, son refugio de parásitos y sanguijuelas, mantenidos por el régimen, para que vegeten y consuman astronómicas sumas, mientras los productores pobres, degustan el sorbo amargo de la crisis económica. Cuando protesta el campesino, humillado y ofendido, la respuesta se las da con gases, judicialización, amenazas. El poder no entiende sino de politiquería, clientelismo y corrupción. Por eso no tiene solución.
