Por fin, empezó a rendir cuentas ante la Justicia Daneidy Barrera, conocida como ‘Epa Colombia’, quien provocó daños en el sistema público de transporte de la capital del país en el marco de las protestas del 22 de noviembre pasado.
A la mujer se le impuso medida de aseguramiento no privativa de la libertad por los presuntos delitos de perturbación en servicio de transporte público colectivo u oficial, instigación a delinquir con fines de terrorismo y daño en bien ajeno. ‘Epa Colombia’, con martillo en mano, ocasionó daños en las estaciones de Transmilenio. Y como si fuera poco, publicó un video en semejantes andanzas, algo que todos vimos por redes sociales.
Un juez ha decidido no enviar a ‘Epa Colombia’ a la cárcel, pero sí la condicionó a presentarse cada 30 días ante un despacho judicial, mantener buen comportamiento y no usar redes sociales ni entablar contacto con medios de comunicación.
Obviamente, todos hubiésemos querido que la sanción para una mujer que se atreve a dañar los bienes públicos y luego, ufanarse de ello públicamente, fuera la cárcel. ‘Epa’, al ser una reconocida youtuber o influenciadora, es un peligro para la sociedad porque con su video instigó o promovió el vandalismo en todo un país.
Sin embargo, este hecho debe ir más allá y generar profundas reflexiones. Lamentablemente, el caso de ‘Epa Colombia’ es el reflejo de cómo la sociedad está siendo cada vez más consumida por Facebook, Twitter, Youtube e Instagram, y muchos jóvenes y no tan jóvenes quieren ‘likes’ a como dé lugar.
Pareciera que ‘viralizar’ se convirtió en el sueño de influenciadores o youtubers, sin medir las consecuencias de lo que dicen o hacen en un video. Con un ingrediente reprochable: sus actos terminan siendo copiados o reproducidos por nuestros niños y niñas.
“El caso de ‘Epa Colombia’ es el reflejo de cómo la sociedad está siendo cada vez más consumida por Facebook, Twitter, Youtube e Instagram, y muchos jóvenes y no tan jóvenes quieren ‘likes’ a como dé lugar”