La Nación
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Autores intelectuales

Después de 24 años de ocurrida la masacre de Segovia, Antioquia, en la que asesinaron a 46 personas, entre ellas niños, La Corte Suprema de Justicia condenó a 30 años de cárcel al exsenador César Pérez García como autor intelectual de la misma. Éste “Padre de la Patria” ordenó la masacre y los paramilitares, con la complacencia de las Fuerzas Armadas, la ejecutaron. Masacre que este individuo ordenó con el fin de recuperar el poder político que le había ganado la desaparecida Unión Patriótica; organización política que, precisamente, exterminaron mediante asesinatos sistemáticos contra sus líderes y seguidores. Esta es una de las condenas en las cuales cabe el dicho aquel que “la justicia cojea, pero llega”. Pero lo cierto, es que la sociedad reclama más diligencia de la justicia para que no cojee tanto, pues existen muchísimos casos en que los autores intelectuales no aparecen, andan “desaparecidos”, aunque se tengan serios indicios quiénes son. Así como la sociedad reclama verdad, justicia y reparación de parte de aquellas organizaciones al margen de la ley que han cometido actos atroces, con la misma contundencia la sociedad debe reclamar que la justicia descubra a los actores intelectuales de masacres y asesinatos que se encuentran en la clase política, en la empresarial o en el estamento militar. Los directos afectados por esos viles actos ordenados por ellos, por esos autores intelectuales “sin rostro”, y la misma sociedad, necesitan saber quién o quiénes fueron los ordenadores de la muerte de campesinos, de sindicalistas, de periodistas… Es bueno que la sociedad haga esa catarsis para eliminar esa incertidumbre, al no saber quién mando a asesinar a tal cual persona. Y por supuesto, sería lo ideal, que el que tiene poder político, económico o militar abandone la idea de mandar a asesinar, a masacrar, como estrategia para silenciar a su opositor político o a quien denuncia sus actos de corrupción. Necesitamos que los actores intelectuales de masacres y asesinatos también se desmovilicen y que esos hechos nunca se vuelvan a repetir. Porque definitivamente, la tan cacareada paz no pasa exclusivamente por La Habana, Cuba. La paz la construimos ladrillo a ladrillo, ¡entre todos”, y una premisa fundamental es la de respetar la vida sin que verdaderamente la condición sexual, de raza, de religión o de color político sea un factor determinante para hacerlo. Por el simple hecho de ser humanos necesitamos respetar ¡la vida! En esto, en construir y honrar la vida, es donde requerimos que todos seamos verdaderos autores intelectuales y materiales para ser una mejor sociedad.