La Nación
COLUMNISTAS

Seguimos con la pobreza como actitud mental

FROILÁN CASAS ORTIZ

Hemos venido afirmando con insistencia que, la pobreza que padecemos, la hemos creado nosotros. Es verdad que existen múltiples factores para padecer esta realidad, sí, pero una de las causas más relevantes es nuestra pobreza mental. Nos propusimos ser pobres y lo somos lamentablemente. Mencionábamos en la columna pasada que países como Israel, Japón, Suiza, no tienen  grandes recursos naturales y, sin embargo, son modelos de desarrollo. ¿Por qué nosotros seguimos siendo pobres siendo tan ricos? Entonces, ¿en dónde está la diferencia entre países ricos y países pobres? En la ACTITUD.

Aquí vivimos lamentándonos de todo y no damos solución a nada. La gente “echada para adelante” a todo problema le ve la solución; el subdesarrollado “mentalmente” a todo le ve problema. A este grupo pertenecen las personas que en todo se siente derrotadas y tienen excusa para todo; son los “aguafiestas” de los proyectos propuestos: lo critican todo y no dan soluciones a nada. Este tipo de mentalidades frena una empresa. Esta clase de especímenes sí que aparecen por doquier. Todo lo quieren fácil y sin ningún esfuerzo: quieren enriquecerse de la noche a la mañana y viven criticando a los que tienen.

¿Por qué países como Nueva Zelanda y Australia que hace cien  años eran pobres, ahora tienen un excelente ingreso per cápita? El secreto, porque no se quedaron en lamentaciones: son constructores de su historia. Entre nosotros, la razón la tiene quien más grita. Se encuentran dos personas frente a un rosal; aparecen en ellas dos actitudes: uno dice, -¡Qué tristeza, hasta las rosas tienen espinas!-; el otro, por el contrario afirma con entusiasmo, -¡oh, hasta las espinas tienen rosas!-.  Son dos posiciones distintas. ¿Usted, cómo ve la vida? ¿Oportunidad o problema? La envidia es la carta de presentación de los perezosos y frustrados.

Infortunadamente los zánganos se encuentran a la vera del camino. Viven llenos de resentimiento y echándole la culpa de su desgracia a los demás. Ellos siempre son víctimas, jamás se creen victimarios. Huya de ese tipo de personas que intoxican sus proyectos y ahogan  sus anhelos. Decíamos que, al estudiar la conducta de las personas de los países ricos tienen, en general, estas reglas de conducta. Continuamos con la quinta: la responsabilidad en los compromisos adquiridos, siguen esta pauta, “compromiso adquirido, compromiso cumplido”. ¡Ah! Estas son las personas exitosas. Otra, el deseo de superación. Las personas viven en una permanente autoevaluación, no justifican sus errores, estos son acicate para mejorar: son realistas, aprenden de los mismos. El respeto a la ley, aceptan con gusto las reglas de convivencia social.

Aquí, entre nosotros: hecha la ley, hecha la trampa. Aquí, muchos buscan la ley del embudo: lo angosto para usted y lo ancho para mí. El respeto a los demás: aquí, en cambio, muchos quieren la ley “de la ventaja”; algunos se sienten felices “tumbando a los otros”, -estos son  constructores de violencia-. Amor al trabajo: es el colmo, por desgracia, algunos consideran que el trabajo es un castigo de Dios: quieren ganar el máximo con el mínimo de exigencias, no se contentan con nada y todo lo exigen. Piden siempre, nunca ofrecen.