La Nación
Descenso de la democracia 1 28 marzo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Descenso de la democracia

Jorge Guebely

Agoniza la democracia de hoy, la surgida en las revoluciones industrial y francesa del siglo xviii. Moriría por tercera vez. Ya había muerto la ateniense en el siglo iv antes de Cristo y la romana con el advenimiento del imperio. Y agoniza también con la muerte paulatina del imperio norteamericano que, hipócritamente, la ondeaba como su bandera.

En su lugar, se incrementa la autocracia mundial: el trumpismo vive, la derecha francesa se fortalece. Maduro amordaza la prensa venezolana, nuestro Congreso silencia la colombiana. Autocracia en todos los puntos de la tierra: izquierdas de Cuba o Venezuela, derechas de Salvador o Colombia. Se consolida la fuerza bruta, agoniza la democracia.

Muere por no ser más que espejismo, ilusiones liberales, los contrincantes del poder conservador. Muere por ser la autocracia el poder dominante en la Historia, la representante de las plutocracias, el poder de las elites económicas.

Muere también por la sumisión de los estratos bajos; los programados, desde siempre, para obedecer. Para crear caudillópatas implacables y anhelar mesías inciertos. Para aceptar la pobreza material como flagelo divino y el sufrimiento como antesala de la gloria de Dios.

Sumisos, asimilan todos los vejámenes infringidos por autócratas y plutócratas, señores y reyes, dictadores y presidentes, hasta por gobernadores y alcaldes. Fieles al destino impuesto, agradecen los mendrugos caídos de la mesa. Sumisión, pobreza mental, que nunca permite apreciar la grandeza humana.

Nada distinto en los estratos medios. Contagiados del arribismo oficial, mandamiento capital del capitalismo, sólo los trastorna la pasión por subir, el encanto de escalar. Brillar la importancia personal sin importar las trampas del arribismo, la carnada del éxito social. El venenoso carburante de “¡Sálvese el que pueda!”, bandera despiadada de una sociedad sin ningún dios en los cielos.

Por arribismo, se pisotean familiares y personas amadas. Se diseca el amor porque el otro no es un ser para amar sino un competidor para triturar, una escalera para ascender. Con tal de triunfar, toda adhesión malsana es posible: al mejor postor, al mejor autócrata, al que mejor satisfaga el infierno personal. Verdaderos Julián Sorel, personaje de la bella novela, “Rojo y Negro”, de Stendhal.

Razón tenía Max Stirner al afirmar: “El Señor es un producto del Siervo”. El siervo de ayer creaba su verdugo como el ciudadano sumiso de hoy crea el suyo: su autócrata. Y razón tenía cuando afirmaba: “Si la sumisión llegase a cesar, ello sería el final de la dominación”. Sería entonces la democracia viva el sistema verdadero de los pueblos sobre la tierra.