Se catapultó la inseguridad en todo el país. La inseguridad que generan las guerrillas, ya no es la más grave, en proporción de crímenes cometidos.
La delincuencia común y organizada, se tomó la nación. Las respuestas y actitud del gobierno, ante la magnitud del desafío, no corresponden a lo que se requiere. Parece que el gobierno y el establecimiento, no entienden la gravedad del problema, quisieran soslayarlo o minimizarlo.
Hay más de 1.3 millones de armas de fuego legalizadas, en manos de civiles. Por cada arma con salvoconducto hay 6 ilegales. Promedio de una por cada 6 habitantes, sin control efectivo, por parte del gobierno. Pero el gobierno y el negocio militar, se niegan al desarme de civiles. ¿Para relativizar la responsabilidad estatal, frente a la criminalidad e inseguridad?
El gobierno es el responsable de la inseguridad ciudadana. Por mantener el modelo socio-económico y la estructura de poder que lo sustenta, no actúa como le corresponde.
Colombia gasta más de $85.000 millones diarios en su aparato militar, policial y de inteligencia, sin incluir inversiones en equipamiento y crecimiento de pie de fuerza, pago de recompensas a delatores y hasta a aliados criminales, en no pocos casos. ¿Qué porcentaje de la población, es consciente o no conoce las cifras y los hechos, relacionados, con la inseguridad e irresponsabilidad del gobierno?
El desafío es cósmico. No se resuelve con paños de agua tibia. Requiere de decisiones, medidas y programas permanentes, que obligan sacrificar intereses. Con la estructura de poder del régimen, es imposible garantizar seguridad y justicia.
No hay seguridad, donde centenares de ciudadanos son víctimas del atraco, el raponazo, el fleteo, la extorsión y el chantaje, desaparecidos. Donde hay más de cinco mil niños, mueren anualmente por desnutrición o enfermedades asociadas y más de 40% del población padece desnutrición y limitaciones al acceso a la salud.
No hay seguridad donde los organismos del estado, cuya función es la seguridad ciudadana, recurren al crimen, para mostrar resultados y donde la misma autoridad puede ser perseguida por organismos del estado, bajo el ropaje de acciones de inteligencia y contrainteligencia y la brecha entre pobres y ricos es cada día más amplia, se concentra más la riqueza. Esta es Colombia, huérfana de dirección política y de honestidad. Víctima del engaño secular, de políticos y dueños del poder económico.
Estamos ad portas de un nuevo festín electoral. El elector es responsable de que la nación continúe gobernada por los mismos y con los mismos resultados, traducidos en atraso, inequidad, engaño, pobreza, desempleo, miseria, inseguridad y corrupción.