La Nación
COLUMNISTAS

Mocoa

La tragedia de Mocoa nos recuerda la de Armero con 25 mil víctimas, y la de la quebrada La Liboriana con 105 muertos, y la del río Páez con 1.100 víctimas mortales, y la del canal del Dique con 300 mil damnificados… Nos recuerda que Colombia es un país de tragedias anunciadas.
Nos recuerda que estamos inundados de incompetentes instituciones y autoridades ambientales. Más de 40 organismos del ramo con sus jefes contaminan el territorio nacional. Desde el Ministerio del Medio Ambiente, pasando por la gran cantidad de corporaciones regionales, hasta los departamentos y oficinas de gobernaciones y municipalidades. Tantos aparatos burocráticos para tantos resultados pavorosos.
Y nos recuerda que esa ineptitud corresponde a otro brazo de la inutilidad social de los políticos. Todo lo que ellos tocan, se politiza, se paraliza, se corrompe. En sus manos, Instituciones y autoridades ambientales se desnaturalizan, se convierten en fichas para las próximas elecciones. El clientelismo devora los criterios científicos, y crea monstruos electorales. Rápidamente, sus burócratas adquieren rostros de votos cautivos. Ceden al chantaje del desempleo y la pobreza que negocia muy poco con la dignidad. Definen como preocupación mayor: ganar la siguiente contienda electoral para conservar el cargo. Peor suerte no le podía tocar al medio ambiente colombiano.
Y nos recuerda que instituciones y autoridades ambientales terminan administrando para capitales nacionales y, sobre todo, internacionales. La ANLA ondea impunemente la bandera de la incoherencia ambiental. Poco le importó otorgar licencia para explotar petróleo en los nacederos de los ríos Guayabero, Duda y Lozada, en La Macarena. Ninguna importancia le dio a la destrucción de Caño Cristales. Las regalías petroleras le son más importantes que el medio ambiente. Sobran los enemigos con esos amigos.
También nos recuerda que la dirigencia política carece de sensibilidad humana para apreciar la vida del planeta y la de sus gobernados. La explotación del medio ambiente resulta más rentable para las arcas de las elites económicas. Por eso, Donald Trump, en nombre de un empresariado multinacional, desconoce el calentamiento global. Y el presidente Santos, sumiso a políticas económicas internacionales, promueve las locomotoras mineras con una enorme irresponsabilidad ambiental, científica, social y humana.  Similar a la política de los tres huevitos de Uribe.
Pero sobre todo, nos recuerda el alto precio que debemos pagar por ejercer permanentemente el derecho a la estupidez. Por creer en una dirigencia política excesivamente subdesarrollada. Por confundir locuacidad y astucia políticas con desarrollo humano. Por no dar un paso más a una conciencia más ciudadana y menos política. jguebelyo@gmail.com