La Nación
COLUMNISTAS

Oscuras épocas

El comentario de Elías

Inquietan los tiempos actuales, tan brillantes en la superficie y tan oscuros en los bajos fondos. El ser humano descendió desde las alturas celestiales a un mostrador de mercado global. Ya no es el ‘ser cognoscente’ kantiano que produjo obras tan importantes como el ‘Ulises’ de Joyce o ‘En busca del tiempo perdido’ de Proust. Tampoco es el ‘ser existencial’, proclamado por Kierkegaard, que antecedió a la fenomenología alemana y al existencialismo francés. Ni siquiera sobrevive el modelo del ‘ser histórico’ previsto por Marx. Dios ha muerto según Nietzsche y sólo quedan escombros dogmáticos en iglesias y recintos sociales. El hombre también ha muerto y sólo persisten simulacros con alma de mercancía. Cayó catastróficamente al estatus del ‘ser productivo’. Hoy, su calidad humana se mide por su precio en el mercado y su dinero en los bancos.

Él es el dinero que posea. El objeto sepulta al sujeto, lo desnaturaliza. Los actuales iconos brillan por el éxito económico. Mesi en el Barcelona y James en el Real Madrid iluminan el paradigma de moda. Millones de niños tienden a ellos como si fuesen centros de cosmogonías perversas. La sacralidad del mundo se rebajó al brillo monetario. Ellos ejemplifican el sueño del ‘ser productivo’ realizado.

Las obras de arte triunfan por su precio mercantil. Warhol fue una máquina de hacer serigrafía y dinero. Coons, escultor mediático, fabrica artesanías costosas. El éxito de las novelas se promueve en el mercadeo de las ferias, los concursos y las conferencias. La facturación aplasta la imaginación y demuele la trascendencia.

Los banqueros fungen como los supremos. Nada deslustra su fulgor, ni siquiera la voracidad bancaria. La Fed y los bancos mundiales gobiernan el mundo. Carlos Angulo Sarmiento es el verdadero poder político y económico del país. Nuestro presidente, como todos los presidentes, no es más que el subgerente del negocio. Igual Santos que Obama. Las elites económicas, los propietarios de nuestra época, permanecen ocultas como dioses invisibles.

Y en su afán de triunfo, el ‘ser productivo’ valida cualquier fraude. Todo vale. El político trampea en el senado y el magistrado en las cortes. Al calculista se le derrumban los edificios y al funcionario público saquea el erario estatal. A su manera, cada cual lleva un Víctor Carranza en su corazón buscando una mina de esmeralda. Todos respetables como Pablo Escobar por construir su sueño aun cuando sea con drogas prohibidas. Todos honorables si cumplen el ideal supremo del ‘ser productivo’, el éxito económico. No estamos en el mejor de los mundos.
lunpapel@gamial.com