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COLUMNISTAS

Piscicultura en aprietos

Aterradora mortandad de peces en el Embalse de Betania (Huila) fue denunciada por pescadores en días pasados. Sólo comparable con cualquiera otra masacre de niños o de colombianos en esta guerra sucia.

La revelación apocalíptica trascendió a los medios entre marzo y abril de 2015. Puso en evidencia un “conflicto ambiental” derivado de acciones antrópicas irresponsables y por una nefasta ausencia de instituciones de control y mitigación. Alrededor de 200 toneladas de peces descompuestos flotaron sobre sus aguas.

Debemos aprender la lección: “Agua que no has de beber déjala correr”. Eso de crear y mantener ecosistemas artificiales como estos: El Juncal, Betania, El Quimbo, y los que vendrán, merecen especial atención, particularmente cuando son estructurados por acciones humanas. Interrumpir el ciclo natural de la vida y de los ríos (aguas arriba y aguas abajo) provoca “rupturas ecosistémicas” insalvables.

Los embalses exitosos que han minimizado sus impactos negativos sobre las otras especies y ecosistemas, naturales y artificiales, son aquellos que además de haber embalsado el rio principal mantienen corrientes o cauces alternos, que no se represan, facilitando la migración natural y desove de las especies.

Recuerdo los debates de los años 70 y 80 cuando se preparaba el llenado de la cubeta de Betania en el Huila, y efectivamente se previeron dichos cauces alternativos que luego fueron descartados por cuestión de costos. Es hora de restablecerlos.

Coletón: ¿Cuál es la responsabilidad de Cormagdalena, Cam, y otras entidades públicas y privadas, cuya misión es cuidar la naturaleza, las otras especies y los ecosistemas estratégicos del río Magdalena? En verdad, se avecinan cambios caóticos y ambientales derivados en la organización socioeconómica y cultural del territorio centro – sur del Huila, que aún no terminamos de asimilar ni manejar.