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Reconciliación: asignatura pendiente

“En la vida, cuando te toca, ni aunque te quites, y cuando no te toca, ni aunque te pongas”. Este aforismo anónimo nos recuerda la ley de correspondencia: cada ser vive lo que le corresponde en su aprendizaje, sea que lo llame bueno o malo.  En realidad las cosas no son buenas ni malas, simplemente son y nosotros le ponemos el sello. Con tu conducta siembras y recoges, te corresponde disfrutar o tener dificultades. Nada llega por casualidad, todo llega por causalidad. La vida es un plan con hechos claves, pero somos libres para asumir todo con amor o con lamentos.  No hay algo peor que afrontar la vida como víctima y pobrecito toda la vida.  Esto lo vio claro el sabio Séneca: “no es la carga la que nos pesa, es el modo como la llevamos”. Tenemos que dejar ese ingrato rol de víctimas y elegir la comprensión, el perdón y el olvido; para ver al agresor como alguien que, sin querer, nos enseña algo. Hay que dejar de lado los odios y resentimientos.

Colombia necesita un perdón radical o, de lo contrario, la reparación de víctimas será solo un hecho jurídico y económico, que deja muchas heridas abiertas y una carga letal de odios, rabias y seres aferrados al ingrato rol de víctimas por siempre.  Es justo que todo victimario sufra las consecuencias de sus actos, pero si penetramos en el túnel de su oscuro pasado, vemos que es otra víctima más. Únicamente un perdón radical sin mezquindad, ampliará nuestros horizontes.

La reconciliación es un proceso en el que debemos participar todos; por eso interactúan dos fuerzas, una individual y otra colectiva. Para consolidar estos procesos de reconciliación que se vienen presentando, debemos abandonar  las posturas de indiferencia frente a una realidad que incumbe a todos. Si bien en Colombia aún se vive el conflicto, existen iniciativas de paz, como el proceso en La Habana, que hay que apoyar y fortalecer más. No bastan los abrazos. Ni pedir u otorgar perdón. Ni renegar o arrepentirse. Ni hacer justicia o dar amnistías. La reconciliación es un propósito que requiere un cambio político. Una transición del estado de cosas que hicieron posible el conflicto, a otra diferente que desactive la injusticia y el agravio. El país requiere verdad, reparación, propósito de enmienda y justicia distributiva. La política, la competencia por el poder, sigue siendo una actividad costosa y tramposa en Colombia; una extensión de la guerra. Mientras primen la pugnacidad, el estigma, el desconocimiento del contrario, la amenaza y el miedo; la reconciliación seguirá siendo una asignatura pendiente.