Hablar de matrimonios y familias naturales y antinaturales es una falacia. Derivar del cuerpo físico el concepto moral de lo bueno es un engaño Hablar de matrimonios y familias naturales y antinaturales es una falacia. Derivar del cuerpo físico el concepto moral de lo bueno es un engaño, como lo enseñan destacados filósofos (Moore-Rorty). Tener en nuestra naturaleza orgánica un pene o una vagina no causa ni produce el contrato matrimonial ni, mucho menos, su legalidad, bondad o maldad. Poseer estructuras anatómicas para el placer y la reproducción establece que hombres y mujeres podemos disfrutar del sexo y tener hijos, pero no determina que para ello exista una única manera u organización social específica. Del mismo modo como tener aparato digestivo y necesidad de alimentación no conduce a asumir como natural y bueno comer con cuchara, tenedor y cuchillo, ni a calificar de ilegal, malo y antinatural hacerlo con palillos o con las manos. Esta sería otra falacia naturalista, es decir, usar el hambre para justificar como naturales y buenas las cucharas. El truco niega la rica multiplicidad creativa del devenir histórico de la humanidad. Más claro todavía, los seres humanos comemos alimentos crudos o cocidos, fríos o calientes, con las manos, con utensilios muy diversos, solos o acompañados, y que a mí no me gusten o no me hayan enseñado unas de estas formas de comer no me autoriza a juzgar que la mía es la natural, buena y correcta y, la de los otros, la antinatural, mala o incorrecta. La humanidad, merced a su capacidad de imaginación que produce la cultura, inventa no una manera de hacer las cosas sino muchas. Vivimos bastantes años en grupos comunitarios que no sabían siquiera de la conexión entre relaciones sexuales y embarazo, menos de matrimonios, paternidad o familias. Las formas hegemónicas de matrimonio y familia que hoy practicamos en Occidente son creaciones históricas e imposiciones culturales y, por lo mismo, no han existido siempre ni son las únicas actuales (hay países con poligamia), entonces no son naturales, no están inscritas en el cuerpo como el color de los ojos. Así, gracias a las tecnologías de la inseminación hoy pueden tener hijos, si quieren y sin relaciones sexuales, dos mujeres. También dos hombres a través de una madre alterna o simplemente mediante la adopción. Y gracias a los Derechos Civiles pueden casarse y conformar familias, nuevas formas de familia que, aunque no le gusten a muchos, no son antinaturales ni malas. No son católicas o religiosas, pero eso tampoco es natural es ideológico. El camino de una posible convivencia armónica entre ciudadanos y ciudadanas exige como condición básica el respeto al pluralismo y la diversidad, es decir, lo contrario del monismo dogmático y excluyente. *Docente Usco-Crecer