PALABRA DE VIDA
«Marta, Marta, tú te afanas y preocupas por demasiadas cosas, cuando una sola es necesaria ». (Lucas 10, 38-42)
Se suele interpretar este Evangelio en el sentido de una contraposición entre la vida contemplativa -representada en María- y la vida activa -representada en Marta-, para concluir que la primera es más valiosa que la segunda. Sin embargo, en lugar de oponerlas, podemos más bien considerarlas como complementarias. En la Iglesia existen distintas formas de servir al Señor, unas caracterizadas por la dedicación intensiva a la oración (comunidades “contemplativas”), otras dedicadas al trabajo externo en distintos frentes de la acción, en servicio constructivo a los demás. Todas estas formas de servir a Dios son valiosas pero, eso sí, en todas es necesario escuchar con atención la Palabra del Señor como condición indispensable de un servicio cualificado. Es esta la manera de no desperdiciar la presencia del Señor. ¿Qué hacer para no desperdiciar su presencia?…El Señor se hace presente en la vida cotidiana de cada uno de nosotros de muchas formas. Por ello es necesaria una disposición constante a no dejarlo pasar de largo, a aprovechar al máximo su cercanía y su presencia.
“Sólo una cosa es necesaria…” Muchas veces el ajetreo de las preocupaciones materiales nos impide atender a nuestras necesidades espirituales y prestar la atención debida a lo que nos quiere decir el Señor. De tal manera nos dejamos envolver por el activismo, que no encontramos tiempo para escuchar la Palabra de Dios. El atafago cotidiano, sobre todo cuando nos dejamos llevar de la adicción al trabajo sin descanso, nos puede llevar a situaciones en las cuales no tenemos espacios de silencio interior para disfrutar de una buena lectura -y ante todo de la lectura de la Palabra de Dios-, para reflexionar y orar sobre el sentido de lo que hacemos, o para prestar atención a lo que el Señor quiere decirnos a través de quienes conviven con nosotros bajo el mismo techo o laboran en nuestros mismos lugares de trabajo, o por medio de las maravillas de su creación deteniéndonos a contemplar la naturaleza, o en los acontecimientos mismos de nuestra vida cotidiana en los cuales puede estar presente un llamado especial de Dios.
Pensemos por ejemplo en la familia: esposos y esposas enfrascados en sus ocupaciones, que no buscan espacios para escucharse mutuamente; padres y madres que trabajan para darles bienestar material a sus hijos, pero no ponen atención a sus necesidades afectivas e incluso se pierden de lo que podrían aprender de ellos y de las oportunidades que tendrían de ayudarles si dedicaran por lo menos algo de su tiempo a oírlos.
O pensemos también en empresas u organizaciones en las que lo único importante es trabajar, trabajar y trabajar para producir, producir y producir, sin que haya espacios para la atención a las necesidades emocionales y espirituales de las personas, para propiciar el diálogo y la renovación del espíritu.
Por eso, a la luz de la Palabra de Dios, revisemos cómo estamos procediendo y dispongámonos a poner en práctica los correctivos requeridos para actuar en función de la verdadera prioridad, que en definitiva es lo “único necesario”: abrir espacios en nuestra vida para escuchar a Dios en el silencio interior de la oración personal.
Sugerencias: elciast@hotmail.com