Recientemente se realizó en la Universidad del Rosario el foro, “El futuro de Colombia: Justicia social y economía”, al cual asistieron representantes del gobierno, de los gremios y connotados conocedores de esta temática; el invitado especial fue el nobel de economía Joseph Stiglitz. Este egregio académico e ideólogo ha sido un constante crítico de las políticas neoliberales, dados los estragos sociales causados principalmente en países de menor desarrollo; podría decirse que sus planteamientos se aproximan a la Social Democracia, además propugna por revivir algunos principios Keynesianos como la forma más efectiva de enfrentar la pobreza, el desempleo, la exclusión y la inequidad. Dada la concepción ideológica de la mayor parte de los expositores, la solución de los problemas giró en torno a métodos tradicionales fracasados, como condicionar el bienestar a índices de crecimiento económico o la generación de empleo a la estrategia de incentivos empresariales.
Al abordarse las posibilidades del proceso de paz, Stiglitz fue contundente en varios aspectos, así por ejemplo expresó que si no se reduce sustancialmente la inequidad, este proceso será inviable; recomendó repartir tierras y crear muchos empleos al igual que invertir en educación; manifestó, “que las oportunidades benefician a quienes están en la cúpula, mientras que a los que están abajo les llega solo goticas”. Expresó que el costo de estas inversiones sería muy alto, pero que vale la pena asumirlo, incluso con el endeudamiento, ya que se lograría una paz sostenible que beneficiaría a la inmensa mayoría.
Sobre lo anterior el Presidente Santos manifestó que está de acuerdo, razón por la cual el gobierno está trabajando para, “lograr un país en paz, con menos inequidad y más educado”. Por supuesto que todos los sectores dicen que es deseable reducir la inequidad, pero la diferencia está en las estrategias; en este caso Stiglitz plantea reformas estructurales, mientras el gobierno insiste en que este objetivo puede lograrse sin afectar el modelo de desarrollo; esto implica ligeros ajustes de política social; según esta versión el Estado ha funcionado correctamente y no tiene responsabilidad en la crisis, por tanto la subversión es la única culpable de que tengamos un país inequitativo y violento. Una de las fallas del acuerdo de paz es que no quedó el compromiso de reformas estructurales, es decir se aceptó que el modelo político es intocable; en este sentido algunos sectores tradicionalmente conservadores son más honestos, es el caso de la comunicación enviada por 463 religiosos y líderes espirituales a la Conferencia Episcopal Colombiana, para que reconozcan su responsabilidad en la crisis y que no todo se atribuya a la guerrilla; estos últimos aspectos me propongo tratarlos en otro escrito.
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