La Nación
OPINIÓN

Frente Nacional en miniatura

Existió un época en la historia Colombiana, en donde los dos partidos tradicionales del país se repartieron el poder por aproximadamente 16 años para –según ellos- salvar la democracia de las peligrosas ideas y corrientes que se levantaban como una alternativa a la ya desgastada riña entre liberales y conservadores.

Como punto positivo a este acontecimiento histórico que pasaría a denominarse “frente nacional” se le puede abonar la frágil pero palpable sensación de paz que se vivió en el territorio colombiano, al ver como los más jurados archienemigos pasaron a conformar una “manguala” institucional.

El tiempo en que los trapos azules y rojos podrían significar la vida o la muerte dependiendo de donde te encontrabas, había pasado a un segundo plano gracias al pacto de Benidorm.

Las horrendas masacres entre godos y cachiporros habían cesado, y sin embargo, en los campos, ahora reinaba la represión para aquellos que no pensaban como los encorbatados señores de Bogotá.

Erguido y sereno, se muestra la estatua de nuestro único presidente opita, Misael Pastrana Borrero, quien para desgracia nuestra, fue elegido presidente en medio de uno de los escándalos más bochornosos de la historia electoral colombiana.

Los radioescuchas de la época, conocieron de primera mano cómo al general Rojas Pinilla, quien fuera candidato a presidente de la República por la ANAPO le era arrebatada la presidencia de la noche a la mañana…… ¡Literalmente!

Este acontecimiento, dio origen a un movimiento que aun retumba en la memoria del país. El famoso frente nacional había sido la causa de la creación del movimiento 19 de abril, mejor conocido como M-19.

El pacto oscuro logró la radicalización de las otrora guerrillas liberales, que pronto pasarían a convertirse en organizaciones marxista leninistas, como las FARC con influencias de la teología de la liberación representadas por el ELN.

En definitiva, el poder compartido que tuvieron liberales y conservadores durante la segunda mitad del siglo veinte fue lo que a gritos, jóvenes universitarios rechazaban y que en definitiva logró canalizarse en la Asamblea Nacional Constituyente que se tradujo en la Constitución de 1991.

Habíamos dicho que el frente Nacional había traído una tensa calma al país, y en efecto así lo hizo, hasta que la tensión terminó por generar un nuevo brote de violencia, esta vez mas sostenida y más brutal con nuevos actores como lo son el paramilitarismo y el narcotráfico que tiñeron al país de rojo desde principios de la década de los ochenta.

Muchos pensarán que acontecimientos como el FRENTE NACIONAL son cosas del pasado, pero la historia es cíclica, es decir, tiende a repetirse.

Si miramos muy de cerca lo que pasa en el Huila, nos podemos dar cuenta que, guardando las debidas proporciones, y eliminando los acontecimientos violentos del pasado, un informal pero claro frente nacional (que podría denominarse regional) se está gestando.

Todo comienza con la destitución de Cielo González y el llamado a nuevas elecciones para elegir gobernador.

Para sorpresa de muchos, el partido conservador declinó sus aspiraciones de poder y en un “generoso” acto de unidad regional, decidió jugársela por la candidatura del liberal Carlos Mauricio Iriarte Barrios.

 Con 119 mil votos logró una holgada pero preocupante votación frente a los setenta mil votos en blanco que se registraron.

En estas nuevas elecciones, esta vez parece que las cargas se invierten y es el turno de que el partido liberal en cabeza del senador Villalba apoye a sus “amiguis” conservadores.

Es tal la amistad entre ambos partidos que prefieren aliarse entre ellos que apoyar a personajes de su misma corriente como bien lo saben los señores Esperanza Andrade y Julio Enrique Ortiz.

Ahora resulta que a diferencia de lo que ocurría en el histórico frente nacional, en donde se hacía la pantomima de que candidatos de ambos partidos competían en una misma elección, ahora, sin haber calentado motores, se unen bajo un solo candidato.

Sin demeritar la afabilidad y preparación de Carlos Ramiro Chávarro, para muchos resulta grotesco que bajo el lema “gobernador de todos” se incluyan los logos del partido conservador y el liberal en un mismo aviso de propaganda.

¿Hasta dónde hemos llegado dirán algunos? Los colombianos somos de extremos dirán otros, del odio visceral pasamos al arrejuntamiento descarado. Pero una cosa queda clara, los partidos políticos son los impulsores de la política en Colombia y sus ideologías y pensamientos deben ser claramente identificados, y ciertamente en términos ideológicos un conservador no puede estar más distanciado de un liberal.

Y así debe ser, de lo contrario, ¿para qué partidos? , ¿Deben existir coaliciones? Por supuesto. Pero entre la Unión Patriótica y el Polo democrático tal vez, o entre el partido liberal y el partido de la U, o quizás entre el Centro democrático y el partido conservador.

Las cosas como son, que dos partidos sean abiertamente distintos y opuestos es lo más normal en cualquier parte del mundo civilizado, que las diferencias generen violencia y muertes son un temor que solo en Colombia aún nos hacen creer.

Nunca veremos un candidato demócrata a la gobernación de california ser avalado por el partido republicano, o a un candidato al congreso de diputados por el PSOE ser apoyado por el partido popular español o un “tori” ingles recibir el aval del partido laborista, de existir uniones las habrán pero para salvar al país de un default económico o contrarrestar un ataque extranjero, pero ellos son conscientes que las diferencias en las concepciones de hacer política en un estado de derecho son fundamentales  y se deben respetar. Podría nombrar cientos de ejemplos por ese estilo pero acá en Colombia !no!, debemos unirnos, es necesario, la comunidad nos lo pide, nuestra región lo necesita.  

Incluso en Neiva el candidato Gorky tiene más patrocinios que la camiseta del atlético Huila,- todo por la unidad de la ciudad dirán algunos-, yo creo más en la tesis del clientelismo rampante que se está creando alrededor de él, por ser tristemente -como en el hipódromo – el caballo que va de segundo pero con mejor impulso, y en política como en las apuestas, ¿a quién no le gusta ir con el ganador?

Que se acaben los partidos políticos entonces, y que se quemen sus estatutos que tan cuidadosamente fueron redactados para hacer claridad en sus diferencias y su concepción de país. Para eso ya tenemos los nuevos impulsores de la política nacional: los parches y las mangualas.