Mario Andrés Huertas Ramos
Todas las sociedades tienen historia y ese pasado se gestiona en función de la manera en que se quiere entender así mismo cada pueblo y la imagen que quiera proyectar frente a otras naciones.
De tal suerte, gestionar el pasado es todo tipo de acción pública que el gobierno emprende para ayudar a conservar su historia; es decir, a preservar su memoria. En este sentido, Colombia hace lo propio.
En materia institucional, la creación del Centro Nacional de Memoria Histórica, la transformación organizacional que ha tenido el Archivo General de la Nación, o, por ejemplo, la estrategia “Señal Memoria” del Sistema de Medios Públicos (RTVC), dan cuenta que desde la administración pública se está haciendo la tarea.
Pero, ¿la estamos haciendo de manera adecuada en función de lo señalado en el primer párrafo?.
Casos como el reciente informe de la JEP que anunció 6402 muertos por “falsos positivos” es el ejemplo tristemente más ilustrativo que arroja un saldo negativo para definirnos como sociedad y proyectarnos ante el mundo entero.
En nuestra sociedad ese informe ha desatado, por redes sociales, una sistemática campaña que anima las pasiones, suma a la espiral de polarización que vive el país desde 2010 y señala a un responsable.
Internacionalmente, las principales cadenas de información hicieron eco del informe sumando a la ya maltrecha imagen que se tiene del país gracias a la difusión de libros, películas, series, documentales y demás piezas publicitarias que han lesionado el nombre de los colombianos.
Para gestionar el pasado no se puede caer en el negacionismo. Debemos aceptar el pasado tal como fue y encararlo. Pero, también debemos reconocer que algo bueno, en medio de nuestro trágico destino, hemos hecho bien.
Y aquí es donde podemos tratar de rehabilitar nuestra imagen internacional lesionada por nosotros mismos, víctimas de las bajas pasiones que despierta la política y que la comunidad internacional no perdona para seguir estigmatizándonos.
Entre 1949 y 1954, Colombia defendió el derecho de asilo de Víctor Raúl Haya de la Torre ante diferentes instancias del hemisferio americano y llegó incluso ante la Corte Internacional de Justicia para batirse en duelo contra el Perú; solo con el objetivo de defender la vida del máximo líder del APRA.
Este caso permitió que Colombia fuera percibida a nivel mundial como un defensor del derecho fundamental al asilo. Ya que administraciones conservadoras como la de Ospina, Gómez y Urdaneta salvaguardaron y protegieron la vida del jefe aprista.
Y el objetivo final se logró gracias a la negociación bilateral (después de dos fallos por parte de la CIJ) entre los generales Rojas y Odría; así, Haya de la Torre preservó su vida y el mundo entero supo que Colombia ere el defensor y protector de la vida de líder más representativo, en su momento, de la izquierda latinoamericana.
Este precedente judicial también hace parte de nuestra historia y debe preservarse en la memoria para ser recordado como símbolo de identidad nacional y buena imagen internacional.