Uno de los fenómenos frecuentes de la llamada microeconomía es la existencia de los oligopolios. Las decisiones de una empresa afectan o causan influencias en las decisiones de las otras. Por medio de su posición ejercen un poder de mercado provocando que los precios sean más altos y la producción sea inferior.
Eso es lo que está ocurriendo, y ha denunciado la ministra de Transporte Cecilia Álvarez, respecto de los grandes contratos que se suscriben en Colombia para las más importantes obras públicas: un puñado de menos de 10 grandes firmas – consorciadas, en uniones temporales o bajo otras figuras – son las que se quedan con más de la mitad del presupuesto de esas obras. Un dato que en cualquier país serio del mundo sería de alarma inmediata aquí ha pasado de agache, sin ninguna discusión, como si eso no pasara de ser una declaración más de un alto funcionario que quería ganar algún protagonismo en el día a día de las noticias.
Menos de diez firmas, es decir un pequeñísimo número de personas jurídicas y naturales, son las dueñas del gran mercado de los proyectos del Estado, que se miden en varios billones de pesos (esto es, millones de millones de pesos), lo cual se suma a lo que ocurre en tantos otros sectores de la economía nacional: la cerveza que es casi, por una pequeña diferencia, un monopolio; las bebidas gaseosas en una proporción menor pero con un gran dominador; el cemento que, paulatinamente y con prácticas non sanctas, se fue convirtiendo en un oligopolio; la telefonía móvil que sigue en manos de un poderoso jugador, dos contendores que no pudieron seguirle el paso y algunos nuevos que apenas están asomando. Y así podríamos seguir enumerando la larga lista de productos y servicios cuyo control está en manos de unos pocos.
Lo grave por supuesto de esto es que las reglas allí no rigen en términos de equilibrio o justicia para los consumidores que son la parte débil del esquema.
Y ahora nos dicen que el súper millonario plan de obras de infraestructura que adelanta Colombia ha despertado, como nunca, el interés de las firmas extranjeras por llegar al país, pero también una gran preocupación de la ingeniería local, que se está sintiendo desplazada con la competencia foránea. Ya se habla de un verdadero desfile de extranjeros por los diferentes despachos públicos con deseos de participar en estas obras es permanente. En los grandes proyectos ya anunciados, cerca del 80 por ciento de los interesados son contratistas extranjeros o que están asociados con inversionistas nacionales. La mayoría proviene de Brasil, Italia, España, Chile, México, Ecuador, Perú, Portugal, Francia y China, entre otros países.
Este boom de obras, planes, proyectos y mega inversiones suponen entonces uno de los grandes retos del actual Gobierno Nacional: entregarlos a buenas manos, responsables y con capacidad de cumplir, y hacerlo en condiciones que generen competencia y, finalmente, beneficios para todos los colombianos.
“Lo grave por supuesto de esto es que las reglas allí no rigen en términos de equilibrio o justicia para los consumidores que son la parte débil del esquema”.
Editorialito
Los guitarristas portugueses Pedro Caldeira Cabral y Joaquim Silva abren hoy un ciclo de conciertos organizados por el Banco de la República para conmemorar los 90 años de su fundación. Sin duda, un gran espectáculo gratuito para un público ávido de cultura.
