Colombia es un país sin equidad. Lo decimos en particular por lo que sucede con nuestras mujeres que, en muchas oportunidades y lugares, son discriminadas en cuestiones de empleo, confinadas a determinados puestos, recibiendo salarios bajos, sin tener en cuenta sus capacidades, calidades, formación y cualidades. Es una situación que hemos rechazado y combatido. Por eso, reclamamos puedan desarrollar plenamente y con garantías su potencial para beneficiarse de sus esfuerzos en función de sus méritos, lo que conlleva a favorecerse social y económicamente.
Es lo que sucede actualmente en el fútbol femenino. A nivel de selecciones, las deportistas siguen dando importantes resultados (subtítulo del equipo de mayores en la reciente Copa América; el equipo sub-20 quiere llegar muy lejos en el Mundial en Costa Rica; gratas presentaciones en la Copa Libertadores) sin recibir el apoyo y trato que merecen y se han ganado, con una pasión y empuje admirable en procura de conseguir los nobles objetivos trazados.
Aunque han avanzado paso a paso, haciéndole gambetas a las dificultades personales y familiares para poder cumplir sus sueños, a otro ritmo se mueve la dirigencia, la División Mayor del Fútbol Colombiano, que no fue capaz de organizar la liga femenina en este segundo semestre de este año en medio de la bonanza deportiva manifiesta, generando frustración y desconcierto en las futbolistas y miles de aficionados de ambos sexos.
La excusa para no hacer el campeonato profesional es la de siempre: no hay plata, no hay equipos, no es atractivo, no interesa a los patrocinadores. ¡Mentira! El futbol femenino está en boca de todos por los logros alcanzados. Lo que no hay es voluntad de comprometerse de la mayoría de los directivos de los equipos. Es evidente la falta de proyectos de mediano plazo que den visibilidad y consistencia al certamen, porque hay empresas motivadas en invertir sabido el inmenso mercado comercial femenino por explotar. Que no hay público: ¡Mentira. En junio, América registro récord de asistencia al consagrarse campeón de la Liga BetPlay. 37.100 aficionados colmaron las tribunas del Pascual Guerrero.
El balompié femenino no puede seguir siendo visto como la cenicienta, conformándose con migajas. No. Urgimos ya una liga estructurada, que no agonice periódicamente. Con presupuesto, con dirigentes ambiciosos y sentido de la planificación; con estadios dignos; patrocinadores, especialmente las marcas que producen artículos para dama; respaldo estatal y hasta mecenas. Personalmente me ofrezco para servir de madrina en el mejoramiento de las condiciones laborales de las jugadoras.
Paradójicamente, ellas no necesitan el empujón para ganar. Ya lo han conseguido, aún excluidas, sin herramientas y en el desierto. Precisan es apoyo, participar y competir. Tengo fe y esperanza de que apostando por ellas tendremos mejores equipos para enfrentar con buena nota los grandes desafíos mundiales.
Muchachas, bendiciones y éxitos contra Brasil.