A propósito de la Semana Santa, celebración tipificada por la Iglesia Católica Romana, pero copiada por sectas cristianas, para-cristianas y hasta por grupos exotéricos, es interesante conocer el verdadero origen de la Biblia. Este libro, compuesto por dos partes, el Antiguo y el Nuevo Testamento, cuyos escritos dicen los predicadores fueron inspirados por Dios, tiene una historia muy terrenal. Setenta años después de la muerte de Jesús, se conocieron los primeros pergaminos escritos, unos en hebreo, otros en griego, donde se relata la historia de Jesucristo. Dichos escritos empezaron a proliferar en Roma, capital del imperio, pero también en Grecia. Las religiones de estas dos naciones eran politeístas, es decir, poseían varios dioses. Como fundar sectas ha sido un negocio bastante lucrativo en todos los tiempos, pronto Roma y los alrededores de la península itálica se llenaron de sectas cristianas. Cada pergamino encontrado, donde relataba vidas y milagros de Jesús, sirvió de base para fundar una. Al principio fue permitido porque en aquella época también había libertad de cultos, pero pronto el imperio romano prohibió las sectas cristianas por considerarlas una herejía para sus creencias y porque el cristianismo predicaba la igualdad de las personas y el respeto a la vida humana, tan despreciado en aquellos siglos. Claro está que ahora no estamos lejos de esos tiempos en relación con el respeto a la vida. No obstante la prohibición, entre más escritos sobre Jesús encontraban (o se inventaban) más florecían las sectas. En toda la historia del ser humano, lo prohibido incita más a hacerlo. A la llegada del emperador Constantino, sabedor que era imposible detener el avance del cristianismo, decidió (en un acto revolucionario) convocar a todos esos pastores y predicadores de la buena nueva, al primer concilio ecuménico celebrado en la ciudad de Nicea en el año 325, presidido por Ozius. Allí se debatieron los 72 evangelios existentes y en acaloradas discusiones, no precisamente iluminadas por el Espíritu Santo, dejaron los cuatro que conocemos, a los que se agregaron otros libros y cartas que componen el Nuevo Testamento. Algunos judíos conversos, lograron que el Antiguo Testamento, columna vertebral del judaísmo, se incorporara al Nuevo y de allí nació la Biblia, conocida hasta nuestros días. Pero basándose en ese libro, nació también la Iglesia Católica Romana, y a partir de esa época se expidió un decreto prohibiendo las otras religiones existentes en todo el imperio romano. Fue así como nació la Iglesia Católica y la Biblia que conocemos, de la que los predicadores protestantes no les gusta contar la verdadera historia.