La Nación
COLUMNISTAS

Historia de la maldad

La historia es una intrincada red de paradojas y al menos aparentes incongruencias. Por su parte, el sujeto que de alguna manera la hace, termina marcado por el destino que le señala su temperamento, su configuración síquica e intrínseca. En nuestro caso, está en los episodios de persecución y amistad del gobierno colombiano. Será un nudoso acertijo para los futuros historiadores, como lo es para quienes directamente observamos el juego del poder.

Que un gobernante termine persiguiendo con saciedad a quienes le ubicaron en el trono de Nariño, a quienes fueron sus compañeros de lucha para obtener el podio, puede resultar complejo de entender. Pero no tan difícil, como dilucidar que el mismo sujeto termine en primorosa y entrañable alianza con quienes, hasta hace poco, fueron sus más agresivos enemigos.

El caso de Pilar Hurtado, su resiente coequipera amiga, es solo un ejemplo. Una demostración gráfica, fría y calculadora de cambiar la amistad por la hostilidad. Pero más impresiona el abrazo y solidaridad con quienes colocaron en su enloquecido chavismo sus modernas armas de guerra en la frontera con Colombia, y fraguaron un bloqueo económico que aun perdura contra esta nación. Un cambio de rumbo y canje de emociones, como se abandona un cosmético o un calzado de un día para otro. Los estudiosos de los secretos de la historia, tendrán escasas opciones para explicar estas incongruencias. Puede tratarse de razones de Estado, de corregir rumbos; o del predominio del carácter demasiado humano de la política. De todas formas, hay sujetos que parecen destinados por su conformación, a hacer imperar su ego sobre cualquiera otra consideración. Estos cambios de piel del político venido a más, está acompañado por un Partido Liberal que libró grandes batallas por la libertad y los principios democráticos; pero que hoy, se solidariza con la dictadura que empuña todos los poderes en Venezuela contra la libertad. También las colectividades terminan siendo un canto frívolo a las prioridades electorales en nuestro país. Serpa, Vargas Lleras, los delfines Galán, Gaviria y Lara, poco entienden de lealtad a los principios. Prefieren los votos y resultados fáciles. No importa qué estén entregando a cambio. Y no solo en Colombia existe la preocupación por la veletización de la política. Es el continente entero, que se asombra de esos abrazos con derviches y persecución contra el amigo de buena fe. Hay un vacío en todo el continente de dirigentes que defiendan los pueblos caídos bajo la bota de caudillos radicales. La OEA es un refugio de burócratas que solo estiman su posición personal.