Qué dolor y amargura, nada que aprendemos la lección. Aunque sabemos que periódicamente en esta época (de intenso calor, escasas lluvias, fuertes vientos, bosques secos, quema de terrenos para la agricultura y deforestación) el país está en riesgo de incendios forestales la historia se repite. Hace un año la prensa titulaba. “Durante 2023, el número de incendios forestales en Colombia superó los 14.000”; “Diez departamentos concentran más del 59% del área afectada por las llamas”; “Incendios forestales por fenómeno de El Niño”. “Gobierno colombiano declara situación de desastre y calamidad en el país…”.
Y este 2024, solamente en lo corrido de septiembre, el país ha enfrentado emergencias por las llamas que han consumido más de 24 mil hectáreas de tierra, dejando a su paso un caos social y ambiental. “Las consecuencias son devastadoras. La pérdida de biodiversidad es alarmante. Pone en peligro de extinción la flora y fauna; hay hábitats naturales destruidos. Impactan las fuentes de agua para consumo humano y animal. Y se afecta la calidad del aire con efectos para la salud”, nos resumió un sudoroso y ‘quemado’ miembro de una brigada de socorro en Aipe, municipio del Huila, a donde llevamos ayuda humanitaria.
Las alarmas están prendidas por las mismas razones de hace un año. La ola de incendios forestales que se ha extendido a varios departamentos, con un escenario peor porque los cálculos climáticos eran que las alertas serían por La Niña, que se manifiesta con lluvias. Sin embargo, el fenómeno apenas se vislumbra, aunque como también es histórico estará relacionado con nuevas inundaciones, deslizamientos de tierra, avalanchas y víctimas. ¡Como siempre!
Hace casi un año llamábamos la atención aquí mismo sobre la urgencia de verdaderas oficinas de prevención, de coordinación de tareas, no de atención de emergencias y desastres. Pero, tristemente, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres es reconocida hoy por los colombianos por todo lo contrario: la corrupción interna. Por la feria de contratos amañados y millonarios recursos desviados para oscuros intereses en lugar de estar invertidos en los planes de contingencia y fortalecimiento de equipos humanos y técnicos.
La respuesta de las autoridades se repite: un llamado a la acción conjunta para combatir los incendios; mitigar los efectos del cambio climático; la necesidad del uso de nuevas tecnologías para la extinción y control de incendios; la urgencia de soluciones efectivas y coordinación a nivel global, mientras resuenan voces que exigen explicaciones del Ejecutivo…
Guardo la esperanza que la realización en Cali de la COP16 sobre Biodiversidad nos ayude a tomar verdadera conciencia, a crear estrategias integrales para enfrentar los incendios; cómo evitarlos, con mitigación y prevención, extinción oportuna y planes de recuperación posteriores a los desastres.