En LA NACION, como en buena parte de los periódicos serios impresos que circulan en Colombia y en el mundo, las páginas de opinión están claramente separadas de las de información periodística. Defensoría del Lector Por: Marta Eugenia López B. Defensora del Lector LA NACION E–mail: defensoradellector@lanacion.com.co En LA NACION, como en buena parte de los periódicos serios impresos que circulan en Colombia y en el mundo, las páginas de opinión están claramente separadas de las de información periodística. Las de opinión incluyen el editorial donde el periódico fija su posición frente a diversos temas y artículos en los que los columnistas invitados o seleccionados expresan sus pensamientos y emiten juicios de valor, por lo general sobre hechos y situaciones actuales que causan controversia. Uno de los requisitos para hacer parte tanto de la plantilla de opinión de LA NACION como del equipo de Redacción, es acoger los Principios Básicos adoptados por el periódico, uno de los cuales establece que “no admite en sus informaciones ni en sus columnas agravios o difamación deliberada contra sus ciudadanos, las instituciones ni las autoridades, sin perjuicio de ejercer la crítica, el humor, la revelación de hechos punibles o censurables en cualquier circunstancia en que se produzcan”. Delimitación En todas las ediciones de este diario, de lunes a sábado dos de sus páginas se destinan a la opinión; el domingo tres, ubicadas siempre después de las páginas centrales. Tras el surgimiento de LA NACION, esta ubicación fue una novedad en la prensa en Colombia, donde lo acostumbrado era que dicha sección ocupara la segunda y tercera o la cuarta y quinta páginas. En adelante, en el rediseño de sus ediciones, diarios como El Tiempo y El Espectador y otros varios, las reubicaron. En la actualidad en estos, la opinión se encuentra en páginas posteriores a las centrales. Cuando la edición es de 32 páginas en LA NACION, al menos 25 de ellas contienen información periodística distribuida por áreas, según el ámbito: local, regional, nacional e internacional; las demás las ocupan los clasificados, información comercial y en ocasiones edictos judiciales. La diferencia con la sección de opinión es que en ellas se informa. Según definición de la Real Academia Española, informar es “Enterar, dar noticia de algo”, mientras que opinar, de acuerdo con la misma Academia, es “discurrir sobre las razones, probabilidades o conjeturas referentes a la verdad o certeza de algo”. Por ello, a quien o quienes tienen a cargo la información periodística en LA NACION, como en otros periódicos serios regionales y nacionales, les está vedado emitir opiniones o juicios que ellos mismos se formen de algo cuestionable. Tal prohibición está implícita en los géneros periodísticos y hace parte de los Principios Básicos de LA NACION y de los Principios de los Periodistas de este diario, en los que se tiene en cuenta que la función del periodismo es en esencia comunicar los hechos y acontecimientos y que la labor de los periodistas es la de ser relatores de los hechos, no sus protagonistas. Al escribir una noticia el periodista se debe limitar a describir los hechos. No es admisible que informe y opine al mismo tiempo, como se aprecia en la redacción de las siguientes notas: “Las polémicas declaraciones que entregó en torno a las denuncias en contra de Oscar Julián Ruiz, instructor del panel de la FIFA, le pueden salir muy caras, a raíz de las reacciones que generaron en los dirigentes del fútbol en Colombia y en la propia dirigencia deportiva”. Tampoco es válido que al informar sobre la salida del director del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural –Incoder, se escriba dentro de la noticia sin argumento alguno: “Su salida podría demorar la agilización del proyecto, pero su relevo permitirá reorientar las políticas para asegurar su terminación”. Si en los dos casos ambos redactores hubieran argumentado, contextualizado y soportado lo escrito con testimonios de una o varias fuentes de información, como lo exigen las normas de redacción en función de la verdad, no habrían comprometido su credibilidad ni la seriedad que requiere el manejo de la información, menos aún la del periódico. En vista de que las declaraciones o testimonios de las fuentes son necesarios y hasta indispensables en muchos casos, es evidente que cuando se hacen afirmaciones sin los soportes debidos, las sospechas, suposiciones o conjeturas, hacen que se caiga fácil en el terreno de la subjetividad, como se aprecia en los dos ejemplos anteriores. Distinto es afirmar: Las polémicas declaraciones de Álvaro González, presidente de la División Aficionada de Fútbol Colombiano (Difútbol), quien señaló que para formar parte del arbitraje nacional es requisito ser homosexual, en alusión a la denuncia por acoso sexual contra Óscar Julián Ruiz -instructor del panel de la FIFA, fueron rechazadas por el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Luis Bedoya, quien al pronunciarse en torno al asunto afirmó en la W Radio que la posición oficial de la Federación Colombiana de Fútbol es la de su presidente y que la institución que él preside no se mete en temas políticos, religiosos o sexuales. Además de que todo redactor debe tener buen conocimiento de los géneros periodísticos -el “vestido” de las informaciones- y manejarlos bien, tanto la noticia como el análisis, el reportaje, la crónica, la entrevista, las breves… también es requisito que conozca y acate los Principios que rigen esta profesión, en el caso de LA NACION, en particular aquel que contempla que los periodistas no deben expresar opiniones personales sobre los sucesos y sobre las fuentes y los protagonistas de los mismos, lo cual no los limita para que señalen las contradicciones en que incurra un personaje o cualquier otro elemento que no beneficie a la fuente, “siempre y cuando sus observaciones correspondan a los hechos y no contengan apreciaciones personales”. Al respecto el Manual de Redacción vigente en este diario indica que “por meterse en el laberinto del porqué de la noticia, la Crónica bordea los terrenos de la opinión casi tanto o más que el reportaje. Por eso “admite el tono moralizante y los juicios de valor del periodista, pero todos deben basarse en la realidad. El texto tiene que ser analítico, narrativo o descriptivo, y no de opinión. Toda hipótesis debe ser razonada y confrontada con una o más alternativas. Una hipótesis única y aventurada no es admisible”. Al definir este género que hoy permite una mayor libertad a los redactores de la prensa europea y en Colombia a los analistas de algunas revistas influenciadas por ella, el Manual de Redacción del periódico El País de España, precisa: “La crónica debe contener elementos noticiosos… y puede incluir análisis y por tanto cierta opinión e interpretación”…“el autor debe, no obstante, explicar y razonar las interpretaciones que expresa”. Al trabajar en función del lector, destinatario final de la información, lo mejor es ceñirse a los principios morales y a lo que dictaminan las normas de redacción periodística sin olvidar jamás que los periodistas somos depositarios de la responsabilidad constitucional y ética de informar veraz e imparcialmente.