Jineth

 

José Manuel Acevedo M.

Falta poco para que se conozca la decisión final en el caso de la periodista Jineth Bedoya contra el Estado colombiano que debe resolver la Corte Interamericana de Derechos Humanos y que tendrá que ser acogida íntegramente por nuestro país. En medio de ires y venires, de responsabilidades aceptadas parcialmente, de recusaciones contra los magistrados y de muchas lágrimas de Jineth, el sistema interamericano dictará sentencia y no es difícil prever lo que dirá.

Es cierto que, en algunos casos, ese altísimo tribunal ha prejuzgado a nuestro país y que hay un sesgo que se antepone a varias decisiones. Es verdad también que en la valoración de supuestas víctimas se ha pifiado y que en algunas decisiones que comprometen a Colombia incluso se han resarcido derechos de quienes no lo merecían o han sido incluidos testimonios que han resultado frágiles o falseados. En eso tiene razón Camilo Gómez, el director de la agencia de defensa jurídica de la Nación, que ha expuesto con gran sindéresis todos estos casos. Sin embargo, en lo que tiene que ver con Jineth Bedoya, las cosas son distintas.

No solo puede predicarse una revictimización en su caso por la denegación de justicia y las veces en que ha sido llamada para repetir su doloroso testimonio sin que se hayan aplicado sanciones efectivas contra todos los culpables que intervinieron en la violación de derechos humanos de la que fue víctima. También nos cabe como país una culpa que todos debemos asumir en el mal manejo del sistema penitenciario que facilitó que a Jineth la secuestraron y luego la abusaron dentro de un establecimiento que estaba bajo el supuesto control de las autoridades legítimas del Estado.

En ese sentido, es claro que hay una responsabilidad que es mejor aceptar de entrada pues hacerlo y pedir perdón por estas fallas, significa una redignificación de las víctimas en general y un propósito de enmienda para que estos horrores no vuelvan a pasar.

La condena vendrá y la vergüenza quedará. Era mejor asumir tempranamente la responsabilidad y más allá de los montos que haya que pagar y que se quedarán siempre cortos frente a las ofensas que recibió Jineth, el alto en el camino como país hubiera sido ideal para pasar bien una página que debemos recordar para no repetir y comenzar a escribir otra del lado de las mujeres y de quienes han sido sujetos de la voraz violencia sexual. Jineth, es un nombre que no se nos puede olvidar.

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