Como si nada, la mayoría de los políticos hacen pactos entre ellos, negocios, compromisos, saltan de un partido al otro, se acomodan y tuercen sus convicciones a conveniencia, sin siquiera sonrojarse.
Por estos días el concejal de Neiva Johan Steed Ortiz se declaró “arrepentido y traicionado” por la pobre capacidad del alcalde Germán Casagua para administrar la ciudad y principalmente por su inoperancia para enfrentar contundentemente a la delincuencia, (al menos a la de las calles).
Hasta hace apenas unos meses Johan y Casagua eran los mejores socios, compartían reuniones, bebían juntos, jugaban fútbol, se celebraban los cumpleaños y se patrocinaban la campaña. Incluso aparecieron en grandes vallas abrazados anunciando que ese ‘matrimonio’ iba a salvar la ciudad.
Los primeros coqueteos surgieron cuando eran ambos concejales; Johan amenazaba con ser candidato a la alcaldía, lo que hizo que Germán intensificara sus “cariñitos” con él. Financiamiento de reuniones, detalles y apoyos fueron consolidando ese maridaje que terminó en un estrecho acuerdo para que Johan siguiera en el Concejo. El idilio alcanzó hasta cuando Casagua, ya como alcalde, decidió no tramitarle las solicitudes, ni atenderlo. Enviarlo a que se entendiera con Hernán Casagua (papá del alcalde), fue la peor de las ofensas. Comprendamos que Hernán, es una especie de Alfonso España en el gobierno de Luis Enrique Dussan, o un Marlio Villalba en la actual gobernación; terminan siendo los de definen todo.
Todos tenemos derecho a arrepentirnos y a reencauzar el camino, el problema es que Johan lo convirtió en una costumbre. ¿Acaso no sabía desde hace mucho tiempo quién era Germán Casagua? ¿Y que su gran capacidad y la del papá, no es administrativa sino la de ser beneficiarios de contratos e interventorías en la mayoría de los gobiernos?
Algunos de los arrepentimientos más sonados de Johan son por ejemplo; el que tuvo con su socio David Cangrejo, exgerente de la ESE Carmen Emilia Ospina y procesado por hechos de corrupción, a quien acompañó a contar “billete por billete”, pero del que después dijo sentirse decepcionado. También el arrepentimiento que tuvo con los Andrade, famiempresa electoral con la que compartió por años su militancia conservadora, para después decir que también se arrepentía. Igual show de arrepentimiento armó con Gorky, pese a la cercanía y las ayudas recibidas, principalmente en el primer año de gobierno. ¿A futuro dirá lo mismo de Nidia Guzmán, rectora de la USCO, quien también lo ha atendido muy bien?
A Johan le resulta muy cómodo ser socio de personajes corruptos, deshonestos y éticamente reprochables. Entiende que es parte del libreto y que después podrá desligarse diciendo que se “arrepintió y que lo traicionaron”. ¿Pero dónde queda su responsabilidad política? ¿Dónde queda su responsabilidad con todas esas personas que induce a votar equivocadamente cada cuatro años por candidatos que él sabe que son deshonestos y corruptos? Aprovecharse de la confianza que depositan las personas para orientarlos hacia el abismo es terrible, máxime cuando los que caen son los demás, porque él, tendrá siempre listo su paracaídas llamado “me arrepiento una vez más”.