Por: Alexander Molina Guzmán
El desgaste del uribismo es innegable y ni el mismo líder de esa secta puede evitar el hundimiento de esa cofradía que se constituyó coyunturalmente para tomarse el poder para sí y para los grandes intereses privados que profundizaron la corrupción, la concentración de la riqueza y, por consiguiente, a que haya mayor desigualdad. Ya les pasó la coyuntura en que navegaron de manera “favorable” a punta de mentiras, de desinformación, de promesas que no se cumplieron, de traicionar la confianza del pueblo, y lo que queda es una secta que naufraga inevitablemente.
En resumidas cuentas se le cayó “el efecto teflón” a Álvaro Uribe Vélez, pues ya le pasó el tiempo en que sus desafueros no le hacían efecto, le resbalaban, como perseguir y chuzar a la oposición, maltratar a la clase trabajadora, poner a las instituciones al servicio de mafias, permitir y aumentar las ejecuciones extrajudiciales (los llamados “falsos positivos”), eludir a la justicia, querer hacer trizas el acuerdo de paz, querer perpetuarse en el poder… Hoy, todo ese abuso de poder le pasa factura y el expresidente anda arrastrándose con más del 70% de imagen desfavorable. Y si al líder de esa secta le va como perro en misa, le va igual de mal a la “segunda línea”, ya que el presidente Duque arrastra un penoso 76% de rechazo a su gestión.
Ante la caída de ese ropaje llamado “efecto teflón”, el uribismo perdió legitimidad (respaldo popular) y lo único que le queda es aferrarse a la legalidad (por ley todavía tienen el poder). Por eso, es cierto que hay un presidente ilegitimo, pero todavía legal. Y ante ese contexto, la consecuencia es que el presidente no sale a la calle, no sale a dialogar con la gente, no sale ni siquiera a escuchar a la gente porque sabe que recibirá abucheos, fuertes consignas, acusaciones y hasta agresiones. ¿Qué le quedó entonces al presidente? Quedarse solo en su burbuja de poder legal y mediática, apoyándose también en los medios de comunicación gobiernistas como El Tiempo, Semana, RCN, Caracol, Blue Radio, para desviar la atención de ser el único responsable, con el uribismo en su conjunto, de llevar al país a este desastre y echarle la culpa a Santos, que ya dejó de gobernar, y a Petro, que no gobierna. Esa es la estrategia del uribismo para seguir engañando a la sociedad, pero la trampa ya no les funciona porque “el efecto teflón” se vino abajo y la gente, el pueblo, la juventud ya no les cree y se están preparando para relevarlos del poder.