Con la llegada del Papa Francisco, la iglesia católica marca nueva etapa, con un liderazgo fuerte en nuestra sociedad que lo ve como uno de los suyos, sencillo, humano, mortal, "de carne y hueso", lleno de virtudes y gozando de enorme popularidad.
Nuestra iglesia tiene liderazgos consolidados como los del obispo de Neiva, quien está cerca de la sociedad de su jurisdicción, de sus pastores y de sus feligreses; como el del Cardenal Rubén Salazar, sociólogo y actor principal en el soporte que requiere el proceso de paz; y por su puesto el nuevo liderazgo mundial del Papa Francisco, quien mantiene el sitial de la iglesia, como también les recuerda a los suyos que hay que estar del lado de los pobres, vulnerables, discriminados, y que para ello los sacerdotes tienen que dar ejemplo de austeridad, y que no quería ver a ninguno en "carros lujosos", que no es el caso de los nuestros, como lo dijo oportunamente el presidente de la conferencia episcopal colombiana, Monseñor Salazar.
Con autoridad, el Papa Francisco ha tomado medidas frente a las "ovejas descarriadas", y ahora mismo con la ejemplar decisión de ponerle el "tatequieto" a las actividades del banco Vaticano, que tanto "dolor de cabeza" le ha traído a la iglesia, el pontífice decidió crear una comisión especial para revisar las actividades del banco, integrada por cuatro prelados y una profesora de leyes de la universidad de Harvard, quienes tendrán poderes completos para tener la documentación y le informarán directamente al Papa, para restructurar o liquidar la entidad financiera.
A los católicos nos alegra que nuestra iglesia tenga un Papa como el que tiene, y latinoamericano, porque parecía que era una responsabilidad exclusiva de los europeos. Estamos seguros de transitar una era nueva, no solamente la de su función pastoral, sino la de su papel de siempre, conservar principios y valores en nuestra sociedad, como la vimos recientemente en su postura que acatamos frente a las polémicas iniciativas de ley sobre el aborto y la eutanasia.