La incomunicación. Por Froilán Casas Ortiz

Nunca como ahora el hombre tiene tanta facilidad para comunicarse; sin embargo, ¡qué paradoja! ; en esta época es cuando el ser humano vive una enorme incomunicación. Veamos la radiografía de un hogar. Cada chico vive en su habitación conversando satelitalmente, vive su mundo, “comunicándose” a través de las redes sociales y tiene muchos “amigos” al otro extremo de su geografía. El señor, llega de la oficina, del lugar de trabajo, “cansado”; además, trae trabajos a la casa, porque las ocho horas no le alcanzaron para cumplir con la tarea que le toca hacer y por la que le pagan. Por esto no tiene tiempo de dialogar con su cónyuge. En las horas de la mañana, si es que se comparte el desayuno, se toma el periódico o la última revista, -¡qué grosería!- ni siquiera se mira al otro. Peor aún, la “urgencia” de hablar con el otro, descuidando al próximo, que es con quien vive, le obliga a recordar las “bobadas” y entonces el teléfono móvil no puede faltar. El colmo de todo: hay personas que se van al baño y siguen hablando por el celular. Hablan con los de afuera, descuidando los de adentro. Como usted ha sido tan desordenado en el manejo del tiempo, tiene que estar llamando a los compañeros de trabajo, para recordarles “lo que no se alcanzó” a hacer en el día anterior. Claro, con ese desorden, a usted nunca le alcanza el tiempo. Como no pudo  ver todos los noticieros, al subirse al auto debe encender la radio para escuchar “las últimas noticias”. A usted le importan un pepino el otro. Claro como  su cónyuge  es “suyo”, ¡qué importa! Allá cada uno con sus sentimientos. Los chicos van con sus audífonos escuchando las millares de canciones que han sido “bajadas” de los programas del ciberespacio. Hay parejas que llegan a los restaurantes y al estar tan “ocupados” con sus audífonos, no dialogan una frase. Cada uno vive lo suyo. Al final del día ¿qué han hablado? Nada. Van a una discoteca, las luces y la música ensordecedora, no les permitió hablar. Estuvieron junto a pero no con el otro. Después se quejan de la soledad. Alguna vez un periodista de la BBC de Londres le preguntó a la Madre Teresa de Calcuta. Madre: ¿Cuál es el mayor problema del hombre moderno? Ella sin titubear respondió: La soledad. Sí, cada uno ha creado su propio búnker viviendo su vida al margen del otro. Después se quejan que el matrimonio no funcionó. Hoy tenemos familias robots que hacen cosas, pero no se comunican. Hoy muchos hogares son casa-hotel. Se llega a comer, sacando los alimentos de una nevera y cada quien, “defiéndase como pueda”. ¿Con quién habla? A una casa-hotel se llega a comer y a dormir. Le pregunto, ¿usted vive junto a alguien o con alguien? La forma de vida usted la elige, no se la imponen. Como usted no tiene tiempo para su familia, ¿cómo será su vejez y su  muerte? Como usted todo lo cobra y lo tasa en función del dinero, ¿su hijo tendrá que pagarle una hora para que lo escuche? *Obispo de Neiva

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