Yamid Sanabria
Las preferencias políticas deben alimentar la deliberación, no la propagación de odios. A medida que se acerca la primera vuelta presidencial, estás discusiones hacen más tensos los ambientes familiares, laborales, entre amigos, vecinos y pareja, dependiendo de la orilla donde se vea el país.
Nuestra memoria colectiva está marcada por mártires como Gaitan, Álvaro Gómez, Pizarro, Galán, Lara, Pardo Leal, entre otros (todos de colores diferentes); quienes con su partida representaron la intolerancia al servicio de la violencia; como lo relata el historiador Jorge Orlando Melo en Historia Mínima de Colombia, mediante una serie de sucesos que hasta nuestros días marcan una manía por descalificar al otro como “diferente” o “enemigo”, hasta llevarlo a la esfera de lo odiado, y en el peor de los casos a la muerte misma.
Los picos más altos de la pandemia del odio se han dado históricamente en las vísperas de las elecciones presidenciales, allí florecen las pasiones, deseos, convicciones, intereses y motivaciones por tener al ganador a costa de lo que sea necesario, en esa combinación peligrosa entre política y fanatismo, los seguidores acérrimos se desviven en las discusiones interminables, buscando tener la razón y unos cuantos grados de superioridad moral; en muchas ocaciones marcado por un pasado triste que arrebató una parte de sus vidas, ya sea por la guerrilla o el paramilitarismo, y así determinan por quien debe votar para vengar su desolación.
No hay fórmula perfecta, cada quien escoge la agenda (programa de gobierno) y el éxito de su candidato dependerá del liderazgo y condiciones favorables del sistema; ninguno tiene garantizado que no exista otra pandemia o conoce como se comportará la economía local, regional y global en los próximos cuatro años. Así que de pronto esas propuestas que defiende hoy a “capa y espada”, no serán más que recuerdos.
Finalmente, tome la decisión que considere correcta con serenidad, el debate es necesario, pero procure estar bien informado, evite descalificar y ofrecer (si es necesario) una disculpa cuando le gane la emoción que producen las elecciones; los únicos que cambian tranquilidad por poder son los políticos.