Quién iba a pensar que un virus pondría de rodillas a todo un país. Ni el más pesimista o el más visionario o precavido previó la crisis que se avecinaría para Colombia tan pronto se anunció oficialmente el 6 de marzo de 2020 la llegada del COVID-19.
Ha sido un año de confinamientos, cuarentenas, aislamientos preventivos, distanciamientos, toques de queda y múltiples restricciones, escándalos de corrupción, noticias falsas, desempleo, quiebras, crisis económica, reuniones virtuales, telemedicina…De cómo el tapabocas, por ejemplo, se convirtió en un artículo de uso cotidiano para todos nuestros desplazamientos.
Sin embargo, lo más impactante han sido las más de 60.200 vidas que se han apagado en el territorio colombiano por cuenta de la pandemia, casi 1.750 de ellas en Neiva y los diferentes municipios del departamento del Huila. Toda una verdadera tragedia.
Se trata de cifras inmensamente dolorosas porque representan seres humanos, que aunque no sepamos sus identidades o sus rostros no aparezcan en los medios de comunicación, tienen familias que los han llorado y los recuerdan. Detrás de cada uno de ellos, hay una historia de vida, de amor, de amistad, de trabajo, hay un hogar.
Aunque ya está en marcha el plan nacional de vacunación, que ha abierto una gran esperanza para ponerle fin a esta dolorosa pandemia –o al menos reducirla a su mínima expresión—, hay que tener en cuenta que las cifras diarias de muertos no han parado y nos deben conmover de manera profunda.
Un año después, nunca será tarde para rendir tributo y nunca olvidar a los fallecidos que ha dejado esta pandemia. Sea este además un mensaje de solidaridad y acompañamiento hacia sus familias.
Para quienes no han perdido a un familiar, amigo o ser querido en este primer año de pandemia, siéntase afortunados.
“Lo más impactante han sido las más de 60.200 vidas que se han apagado en el país por cuenta de la pandemia, casi 1.750 de ellas en Neiva y los diferentes municipios del Huila”