La vigilancia de los derechos humanos es una tarea cada vez más exigente y necesaria porque cada vez somos más, los abusos y la intolerancia crecen exponencialmente. La reciente experiencia colombiana y la de otros lugares del planeta lo confirman.
Mire usted, millares de compatriotas han sido obligados a desplazarse y/o han sido exterminados, con el único propósito de abrir campo a los latifundios, a las explotaciones mineras y a un sistema de propiedad agraria y urbana inequitativo, entre otras particularidades.
Combatir estos flagelos y restablecer la paz, sin duda, han provocado la simpatía mundial por el gobierno Santos, y para continuarla se requiere solidaridad, cooperación y vigilancia internacional. Parecemos niños, y esto no es un juego.
No es cierto que en Colombia se haya conseguido la madurez y la autonomía kantiana proclamada por el gobierno porque ya está claro que sí se requiere urgentemente el monitoreo y acompañamiento de las Naciones Unidas y de otros espacios civilizados de concertación y comunión latinoamericana para ser y parecer esos adultos mayores que respondan con seriedad por el bienestar y la seguridad de los ciudadanos, como sucede en las naciones prósperas.
Tampoco es cierto que el campo de los DDHH sólo esté restringido a los precarios ámbitos del conflicto político – militar, en esto nos equivocamos frecuentemente, porque los DDHH abarcan los extraordinarios espacios y relaciones de la vida misma con las organizaciones sociales, es decir, entre los mismos humanos con sus entornos (sociales y naturales).
Somos tan responsables de la suerte de una colilla de cigarrillo en la calle como de la indescriptible fatalidad de una tormenta de lágrimas, en mujeres y niños ofendidos; tan lúgubres como el clamor de un torbellino de átomos y gases tóxicos provocado por automotores y sequías, como por infinidad de hechos, todos asombrosos.
Un gerente desalmado puede incurrir en faltas a la ética y a la libertad de creatividad en sus colaboradores. Controlar y manipular la creatividad es impensable en estas épocas, necesitamos gestores inagotables de procesos innovadores para conseguir la paz, para enaltecer la humanidad.
P.D. Nada más humano que la creatividad y el juego Presidente.