La Nación
COLUMNISTAS

Si la paz fuera mujer

ALEXANDER MOLINA GUZMÁN

Tal vez debemos imaginarnos la paz de otra forma para comprenderla en toda su dimensión posible; tal vez nos falta salirnos de los discursos políticamente correctos, meticulosamente escritos, acartonados, y que suenan a lugares comunes para entender que “eso” de la paz es cuestión realmente de amores, desamores y, lo fundamental, de reconciliaciones con la vida. Porque el cuento de la paz no es meramente político, aunque esa pueda ser su naturaleza si lo miramos sólo entre bandos enfrentados por ideologías y que ha llevado a todo un país a sufrir directa e indirectamente los destrozos de la guerra. No, el cuento de la paz es un momento crucial de amor. Y perdónenme por ponerme cursi, pero sí, estoy seguro que la paz es un momento de amor en el cual supero los horrores de la guerra, el sufrimiento y odio que eso me ha producido, y voy al encuentro con algo que he abandonado, la paz…sobre todo la paz interior ¿Difícil? Puede ser, pero no imposible.

 

Alguien me retó a que imaginara la paz de otra forma, y aquí va la cursilería, aunque no me importa, y en ese ejercicio la imaginé de mujer…una mujer a la cual había traicionado. Nada raro, pues los hombres somos expertos en eso. Y la traicioné, porque en vez de que ella recibiera realmente amor lo que recibió fue golpes, humillaciones, le destrocé la vida y le maté todos sus sentimientos…cosas que produce la guerra, digo yo. Después que me di cuenta de lo que había perdido vino el arrepentimiento, suele pasar, y encontré en una canción de Bruno Mars, mi sentida dedicación de amor: “Mi orgullo, mi ego, mis necesidades, y mis hábitos egoístas, causaron que una chica fuerte y buena como tú, se fuera de mi vida. Ahora, nunca, nunca llegaré a limpiar el desastre que causé, y me atormenta cada vez que cierro los ojos. Aunque duela, seré yo el primero en decir que estaba equivocado, sé que probablemente sea con mucho demasiado tarde, como para intentarlo y disculparme por mis errores (…)”. Tal vez me dé otra oportunidad, tal vez no, pero si encuentra a otra persona que le dé la dignidad y el respeto que no pude darle, deberé aceptar que no fui el hombre para ella y que ese otro “haga todas las cosas que yo debería haber hecho, cuando yo era tu hombre”.

Sí, de repente falta eso, que seamos capaces de imaginarnos la paz de muchas formas posibles para valorarla en toda su dimensión, así seamos cursis en el intento.