La Nación
La rebelión de las canas 1 29 marzo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

La rebelión de las canas

María Consuelo Plazas Serrato

  

Tal y como lo están leyendo hago referencia a la protesta que armaron un grupo de adultos mayores de 70 años liderado por el ex ministro Rudolf Hommes, quienes tras permanecer confinados en sus hogares en el marco de la emergencia sanitaria y ante la necesidad de airearse, interpusieron acción de tutela en contra del Gobierno Nacional, argumentando que los decretos que ordenaron el aislamiento preventivo durante la pandemia presuntamente limitaban sus derechos constitucionales a la igualdad, libertad de locomoción y libre desarrollo de la personalidad «en forma mucho más severa frente a las regulaciones establecidas para los otros adultos, pero menores de 70 años». Para sorpresa de muchos,  el juez competente favoreció a los accionantes, ordenando al Gobierno aliviar la situación de confinamiento para este grupo social mediante una conciliación con los demandantes.

En ese orden cabría preguntarse ¿fue acertada la decisión del juez de tutela?

Quienes apoyan a los “rebeldes” – y  como quedó plasmado en el fallo –, establecen que la limitación que hace el Estado respecto de la movilización de los adultos mayores resulta discriminatoria en razón de su edad. En tal medida, el camino para cuidar a este grupo poblacional, lejos de ser la prohibición, debería ser la persuasión de autocuidado, toda vez que están en la capacidad de entender y acoger su propia voluntad. Por lo anterior la decisión aludida establece que la limitación estricta a la libertad de locomoción transgrede sus derechos fundamentales, en tanto «se priva a la sociedad de contar con su experiencia de manera enriquecedora».

No obstante lo resuelto y desde mi punto de vista difiero de  la decisión adoptada en razón a que la medida no debería ser vista como un mecanismo de segregación sino por el contrario de protección. No podemos desconocer que de acuerdo con el criterio de especialistas en geriatría, dicha población es especialmente proclive a enfermedades respiratorias, circunstancia que la hace más propensa al contagio y así como está demostrado que el consumo de azúcar es nocivo para los diabéticos o las actividades que generan altas dosis de adrenalina lo son para quienes sufren del corazón, hay evidencia científica consistente para afirmar que los adultos mayores son quienes tienen mayor riesgo de perder la vida en caso de contagio por Covid-19.

En ese orden, el sentido común nos indica que la mejor manera de seguir contando con la presencia y sabiduría de estos seres maravillosos que tanto le aportan a la sociedad sería mediante el aislamiento estricto, pues como lo afirmara Juan Lozano en su columna de El Tiempo del pasado 22 de junio: «Aunque ellos mismos no lo noten, su contribución a la construcción de una mejor sociedad ha llegado no por la vía de lograr que los dejen salir a la calle, como a colegiales rebeldes, sino por el camino profundo de poner en el centro de la discusión los derechos de las personas mayores y la valoración de nuestros viejos en una sociedad que envejece».