La Nación
La reforma a la Policía: una política de estado, un propósito nacional 1 19 marzo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

La reforma a la Policía: una política de estado, un propósito nacional

La nueva Policía de Colombia, sigue siendo una tarea pendiente: seguimos en vilo esperando por una policía más civilizada, tal como la describe y la impera la Constitución Política Colombiana, una policía que sea más prestadora de servicio sociales y comunitarios que de control por la fuerza y por las armas entre los ciudadanos colombianos. Las reformas a la Policía no se pueden quedar sólo en su forma de contención de la protesta, en la supresión del Esmad, en descabezar a generales o en llamar al uso de buen retiro a quienes no comulgan ni comulgarán nunca con un control más inflexible anticorrupción y la defensa de los derechos humanos como parte de su labor esencial. La Policía de Colombia permanece en el circulo vicioso de la gendarmería y del control por la fuerza, si esperamos que por convicción o reingeniería propia la Policía Colombiana se reinvente o se reforme, es posible que tal cosa no suceda. En los círculos viciosos no existe la autopoiesis, definitivamente nos quedaremos esperando. El presidente Petro y el ministro de defensa deberían intervenirla por dentro para procurarle un salto que le permita salirse de su propio eterno retorno. Lo planteado aquí, es lo que pensaba viendo el cortometraje ganador de Oscar en 2021 llamado “Dos completos desconocidos. La comprobación trágica que estamos divididos y escindidos y que discriminamos socialmente sin remedio. El caso de la Policía colombiana no puede pensarse desde su simple estructura institucional, la cuestión tiene un carácter social, cultural e ideológico; la Policía Nacional y el mismo Ejército colombiano han tenido algunas opciones ideológicas que no permitiría esperar de ellas mismas un cambio radical en sus comportamientos y en su forma de afrontar sus principales retos. El circulo vicioso y su eterno retorno nos llevará de nuevo a los desmanes, a las arbitrariedades, a que se sientan enemigos a muerte de los ciudadanos que ellos mismos juraron proteger. El Dios, la patria que vociferan en cada saludo, tiene que ser no el del Dios vengador, la patria no puede perder su humanidad y su perspectiva de Estado democrático y social de derecho. Los derechos humanos, su defensa y protección no pueden seguir siendo un slogan vacío: La Policía debe ser una fuerza preventiva del desorden, la Policía debería tender a ser un cuerpo de trabajo social, promotor de valores, de ciudadanía y de convivencia. El gobierno Petro tiene todavía la gran oportunidad de profesionalizar a la policía en Derechos humanos, en participación, en trasparencia y en trabajo social, no puede claudicar en su promesa de acabar reformar radicalmente al Esmad, de purgar a los miembros no dignos de confianza en la defensa de los derechos humanos. No bastó simplemente en poner al frente de la Policía al General Sanabria, en poner en su cabeza a un ministro inflexible con la corrupción, de expresar buenos propósitos y mostrar solidaridad con las victimas de los desmanes de la institución misma, se trata de reconciliarla con la gente, de desarmar los corazones de sus miembros y de la ciudadanía para con ellos. Si el tratamiento a la problemática continúa siendo solo formal y leve, las armas, incluso la más letales, sólo habrían estado guardadas para hacerlas más mortíferas contra la población en el futuro.